Educar en la espera
Vivimos tan deprisa que parece que hemos olvidado que la espera es ese tiempo que colma de virtudes a aquellos que la practican. En la era de la inmediatez no está de moda esperar. Un gesto tan sencillo como que nuestro hijo espere en el súper a abrir su bolsa de gusanitos, una vez la hayamos pagado, se ha convertido en todo un reto para los padres. ¿O no te ha pasado a ti?
Tarde en el super con el hijo pequeño. Vamos tarde. El niño está cansado y el padre también. No ha dado tiempo ni de esbozar la lista de la compra, así que todo pasa deprisa e improvisado. Esta noche toca pizza y ¡mañana Pedrito cumple tres años!. Así que hay que comprar todo para celebrar el cumpleaños con los hermanos y la familia.
A mano derecha, el pasillo de los snack, las golosinas, y de repente la botella de agua de colorines con los muñequitos de moda. El niño se empecina en abrir la botella de agua y la bolsa de gusanitos y acaba en rabieta en bucle. Un maravilloso momento para educar a nuestros hijos en la espera: “Pedrito: cuando salgamos del super, te doy el agua y la bolsa de gusanitos. Pero primero tenemos que pasar por la caja y pagarlo”. “Tienes que esperar, hijo”.
Lo que parece una situación cotidiana, en la que muchos os veréis reflejados, puede ser una gran ocasión para educar a nuestro hijo en la espera. Y no es nada fácil aguantar y “esperar” el fin de esa rabieta, cuando estamos cansados y además fuera de casa, con ojos extraños que observan la escena… Somos los padres los primeros que tenemos que entrenarnos en esa parada.
No pasa nada si nos descubrimos abriendo la bolsa de gusanitos, o la botella de agua. Habrá más ocasiones de lucha. Pero lo importante es que seamos conscientes de que es en esos momentos clave donde nos jugamos enseñar a nuestros hijos que hay que esperar. Que no todo viene dado y que hay que pasar “pequeños sacrificios” o “pequeños espacios de tiempo” para conseguir lo que queremos. Y que a veces, en la vida, aún esperando, podemos no conseguir lo que nos hemos propuesto. Y no pasa nada.
Si no somos capaces de explicar a nuestros hijos esto, cómo vamos a hacerlo cuando haya que explicarles otros tiempos de espera que vivirán a lo largo de su vida. La espera del noviazgo, la espera del matrimonio, la espera de un hijo, la espera de un trabajo, la espera en los estudios… Toda la vida es una espera. Una espera a la vida eterna, también.
Si saben esperar, serán personas que sabrán tolerar mejor la frustración, tendrán más paciencia y no se volverán caprichosos. Sabrán valorar las cosas y que todo tiene un proceso de trabajo y de esfuerzo
Valores asociados a la espera
La espera no solo es un concepto relacionado con el tiempo, sino también con la paciencia, la autodisciplina y la capacidad de diferir la gratificación. En un mundo donde la tecnología satisface deseos instantáneamente, enseñar a los niños a esperar se convierte en una habilidad fundamental para su desarrollo emocional y social.
La paciencia, cultivada desde temprana edad, contribuye a una mayor resiliencia frente a la adversidad. Aprender a esperar les brinda a los niños la capacidad de gestionar la frustración, aceptar retrasos y desarrollar estrategias para superar obstáculos, habilidades esenciales para su vida.
La autodisciplina, otro componente crucial de la espera, tiene un impacto directo en el éxito académico y profesional. Los niños que han aprendido a postergar la gratificación son más propensos a establecer metas a largo plazo, trabajar diligentemente y resistir las distracciones que pueden surgir en su camino.
Niños pacientes, adultos felices
Además, la espera fomenta el desarrollo de habilidades sociales. Los niños que practican la paciencia son más capaces de comprender las necesidades y perspectivas de los demás, fortaleciendo sus relaciones interpersonales. Aprender a esperar también promueve la empatía, ya que experimentan en primera persona las emociones asociadas con la espera y comprenden cómo pueden afectar a los demás.
Educar a nuestros hijos en la espera va más allá de la gestión del tiempo; es una inversión en su bienestar emocional, social y futuro éxito.
10 ideas para “entrenar” en familia la espera
1. Establecer rutinas: Las rutinas proporcionan estructura, ayudando a los niños a comprender y anticipar los eventos. Esto reduce la ansiedad asociada con la espera.
2. Juegos de espera: Introduce juegos que involucren turnos, como juegos de mesa o actividades donde tengan que esperar su oportunidad. Esto fomenta la paciencia y la capacidad de compartir.
3. Temporizadores visuales: Utiliza temporizadores visuales, como relojes de arena o aplicaciones de temporizador, para ayudar a los niños a comprender la duración del tiempo de espera.
4. Historias y cuentos Utiliza cuentos que aborden la importancia de la espera y cómo puede conducir a experiencias gratificantes. Esto puede ayudar a los niños a entender la paciencia de una manera más práctica.
5. Sé un ejemplo de espera: Sé un modelo a seguir. Demuestra paciencia en tu vida diaria y explícales a tus hijos cómo manejas situaciones en las que debes esperar.
6. Recompensas a largo plazo: Enséñales a establecer metas a largo plazo y celebrar juntos los logros. Esto les muestra que la espera puede conducir a recompensas significativas.
7. Practicar la respiración y relajación Enseña técnicas simples de respiración y relajación para ayudar a los niños a gestionar la impaciencia y la frustración mientras esperan.
8. Hablar sobre emociones: Anima a tus hijos a expresar cómo se sienten durante la espera. Identificar y comprender las emociones asociadas puede hacer que la espera sea más manejable.
9. Juegos de roles A través de juegos de roles, simula situaciones en las que la espera es necesaria.
10. Involucrarlos en la planificación: Cuando sea posible, involucra a tus hijos en la planificación de actividades: Un viaje, una tarde en la ciudad, una visita a los abuelos, etc. Esto les da un sentido de control y reduce la impaciencia.