“No me gustan sus amigos”

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No me gustan los amigos de mi hijo

Cómo gestionar las amistades de nuestros hijos cuando no son de nuestro agrado 

Si te encuentras en la situación de no gustarte los amigos de tus hijos, es importante manejar el asunto con sensibilidad, sabiduría y sentido común. Abordar el tema de las amistades de tus hijos con cuidado y respeto puede fortalecer tu relación con ellos, enseñándoles a la vez sobre la importancia de elegir a las personas que realmente son buenas para ellos. 

Antes de actuar, es crucial entender por qué no te gustan los amigos de tu hijo. ¿Se basa en diferencias superficiales o hay comportamientos concretos que te preocupan? Identifica si tus inquietudes se relacionan con la seguridad o el bienestar de tu hijo. Es importante hablar con tu hijo sobre sus amigos de una manera abierta, sin juicios ni prejuicios. Evita criticar directamente a sus amigos, ya que esto podría llevar a tu hijo a defenderlos y cerrarse a la conversación.

PÁRATE Y PIENSA: ¿POR QUÉ NO TE GUSTAN LAS AMISTADES DE TUS HIJOS?

1. Expresa tus preocupaciones de manera constructiva: si tienes preocupaciones legítimas, exprésalas de manera específica y centrada en cómo te sientes. 

2. Establece límites y reglas claras: es importante tener reglas claras en casa respecto a las conductas aceptables. Estos límites deben aplicarse a todos los amigos de tus hijos por igual, sin apuntar a alguien específicamente.

3. Fomenta una amplia red social: anima a tu hijo a participar en diversas actividades donde pueda conocer a gente nueva y hacer diferentes tipos de amigos. Esto puede ayudar a ampliar su círculo social y a que no dependa exclusivamente de un grupo de amigos.

4. Sé un modelo a seguir: los niños aprenden mucho observando a los adultos en sus vidas. Demuestra cómo formar y mantener relaciones saludables en tu propia vida.

5. Interviene solo cuando sea necesario: si crees que la amistad representa un peligro real para el bienestar de tu hijo (por ejemplo, influencias hacia comportamientos peligrosos o ilegales), entonces puede ser necesario intervenir de manera más directa.

6. Ofrece alternativas: en lugar de simplemente prohibir ciertas amistades, ayuda a tu hijo a encontrar alternativas saludables. Esto podría pasar por inscribirlo en nuevas actividades o animarlo a invitar a otros amigos a casa.

7. Confía en tu hijo: aunque es importante guiar y proteger a tu hijo, también es crucial confiar en su capacidad para tomar decisiones. Fomentar la independencia y la resiliencia es parte de su desarrollo.

Ángel Serrano, docente del colegio Puertoblanco-Montecalpe de Attendis en Algeciras, desde su experiencia como tutor de alumnos de Secundaria lanza algunos consejos a los padres sobre este asunto: 

  1. Planea una quedada con los amigos de tus hijos. Aunque la intuición suele prestar un buen apoyo a los padres -especialmente a las madres-, esta no puede erigirse en argumento único para considerar que un amigo de nuestro hijo puede estar perjudicándole, pues podría estar fundamentada en algún prejuicio o falsa apariencia. Así pues, antes de tomar otras medidas, hay que comprobar si nuestro hijo cuenta con una amistad que podríamos calificar de “tóxica”. Como medida inmediata, cabría concretar la forma de tratar directamente a ese amigo. Tal vez ni siquiera lo conozcamos personalmente ni indirectamente por pertenecer al ámbito del colegio, vecindario, etc.. Podríamos organizar una merienda para el grupo de amigos de nuestro hijo. Este tipo de encuentros informales suele resultar un  buen momento para observar cómo interactúan los chicos, y hablar con ellos. En esta conversación podemos intuir cómo viven el respeto, el espíritu de servicio, el sentido del deber, etc.  Después de estas tomas de contacto puede que quedemos más tranquilos y que, simplemente “no haya nada por lo que preocuparse”, o baste con estar atentos por si percibimos algo que nos resulte incoherente con la educación que pretendemos transmitir a nuestros hijos.
Conductas perjudiciales
  1. Si observamos alguna conducta que consideremos potencialmente perjudicial para nuestro hijo, hay que empezar  a abordar el tema directamente con él. Inicialmente,   convendría que hiciéramos ver a nuestro hijo los valores en los que se ha educado -empezando por un respeto hacia los demás, que debe seguir manteniendo con esa persona, aunque no sea conveniente mantener un contacto tan estrecho como hasta el momento (pueden ser compañeros de colegio, o vecinos , pero no necesariamente amigos). Lógicamente, esto requiere bastantes dosis de delicadeza, para que nuestro hijo no se sienta atacado en su libertad, para no ofender ni a nuestro hijo ni a su amigo,  aunque insistiendo en que sus acciones deben adecuarse a la responsabilidad, y que el sentido de la amistad es potenciar el crecimiento mutuo, sin intereses egoístas. Debemos mantener la serenidad, y mucha  paciencia, pues puede llevarnos algún tiempo hasta que sea consciente de la situación que nosotros, como adultos, habitualmente  veremos con más nitidez.
  1. Fomentar nuevas amistades en nuestros hijos. Si llegamos a la convicción de que esa relación de amistad no comporta ninguna posibilidad de desarrollo personal y, en consecuencia, está orientada a la consecución de “acciones indignas o ilegítimas”, cabría potenciar esa reflexión con el fomento del contacto con otras personas, en otro ambiente que consideremos más adecuado, acorde a los valores en los que procuramos educar. Probablemente saltará la chispa que encienda una nueva amistad.
  1. Pedir ayuda. Si la situación no se desbloquea y se produce una reacción justamente en sentido contrario, habría que recurrir a ayuda especializada. 

Pero, ¿y si antes de que se dé esta situación, procuramos fomentar en nuestros hijos la sinceridad, el sentido de la justicia, el espíritu de sacrificio desde que son pequeños, como campo de cultivo de futuras buenas amistades, al tiempo que antídoto contra otras no merecedoras de esta insignia?  Cuando llegue el momento de cultivar una amistad contará con puntos de referencia para valorar mejor su idoneidad.

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