Saber esperar: la educación de la paciencia en niños y adolescentes

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En la sociedad de la inmediatez y las prisas, en la que prima la cultura de lo visual y en la que se espera sacar provecho y resultados de todo al instante, es difícil educar en la paciencia.

Estamos acostumbrados  a recibir sin esperas ni esfuerzos, reforzado por los medios de comunicación y la publicidad: el curso de inglés en 10 días, la cocina fácil y rápida… Así, la espera se ve  como algo tedioso y difícil de soportar. En este artículo repasamos algunas claves para educar en la virtud de la paciencia, desde la propia familia.

Según la RAE, “la paciencia es la capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse. Supone un dominio de uno mismo, y no es pasividad ante  la contrariedad, sino resistencia para aceptar el retraso”. También se podría definir como “la virtud con la que podemos soportar las molestias presentes con serenidad” y como un rasgo de personalidad madura. Se suele decir que los hijos a veces, “nos hacen perder la paciencia”, pero no sólo esta virtud es aplicable a los padres. También a los hijos, que desde pequeños y teniendo en cuenta cada edad, deben ejercitarla, siempre con la ayuda de sus mayores.

La paciencia en niños pequeños

En edades tempranas, se trata de exigir a los hijos con confianza y serenidad, intentando no resolver los problemas con premios o castigos exagerados, y mostrándoles satisfacción cuando hayan hecho un esfuerzo por dominarse. También sería conveniente hacer ver a los niños que el dolor no es algo que haya que evitar, y que con sus propios esfuerzos pueden superar las dificultades.

Para cultivar la paciencia en los más pequeños, los padres deben pensar qué tipos de actividades pueden ejercitar la paciencia en los niños. Serán actividades agradables y que no tengan un resultado inmediato, a la vez que conllevan un esfuerzo, o el hecho de soportar pequeñas dificultades. Pueden ser deportes como la pesca, alguna manualidad concreta, el coleccionismo, etc. De esta forma, estaremos ayudando a los hijos a ejercitar estavirtud, de acuerdo con sus posibilidades y edad, de una forma amena y natural.

Los hijos mayores

A partir de los 10 años es la edad más adecuada para insistir en la virtud de la paciencia. A esta edad los hijos pueden reconocer mejor el sentido de los esfuerzos que les sugerimos o que les exigimos. Se trata de que los padres, a través del cariño y el razonamiento, hagan ver al niño la conveniencia de dominar su tristeza o su impaciencia, con actividades gratas que también necesitan de la paciencia, como aprender a tocar algún instrumento, aprender un idioma, iniciarse en un deporte, etc.

Muchos padres ven la paciencia como una mera aceptación de la situación. Pero hay que ir más allá. Superar la tristeza o la melancolía que parecen inseparables de la simple resignación. De esta manera, se puede captar el valor que tienen las molestias o el dolor que los hijos nos causan. Y de ahí puede nacer una alegría real en su aceptación.

En lo que se refiere a la comprensión, los hijos sí deben notar esa paciencia de los padres. Sobre todos los mayores, que serán más conscientes de esto. Los hijos necesitan ver que sus padres están dispuestos a escucharles. Cada hijo necesita una atención diferente, con más o menos afecto, más o menos tiempo o exigencia. Pero todos necesitan ser comprendidos por igual. De este modo, los hijos verán en sus padres el ejemplo de ejercitar la paciencia, con ellos mismos en primer lugar, como medio para llegar a la comprensión de los demás.


Artículo original publicado en el número 19 de la revista Signos por Diana Pérez Camarasa.

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