Con orden y concierto

Comparte

La educación del orden en niños de 1 a 12 años.

En un mundo cada vez más competitivo, la productividad y la eficacia marcan la diferencia: la capacidad de analizar, seleccionar y priorizar y la de organizar el tiempo de la mejor manera son claves en el liderazgo personal y profesional. Pero en la universidad no se enseña a tener una cabeza ordenada, porque esto se aprende desde pequeño, empezando por el orden material.

El orden es una virtud fundamental del desarrollo que afecta al resto de las virtudes de una manera esencial. Es la primera de las virtudes que podemos trabajar con ellos y la que establece la base las demás virtudes: la justicia es dar a cada uno lo suyo, la perseverancia es saber que cada cosa tiene su tiempo, la responsabilidad que cada acto conlleva su consecuencia,  el dominio de sí, la templanza o la serenidad dependen de un orden interior, el sentido del ahorro, la higiene y la limpieza nacen de la interiorización de unas rutinas y de ser conscientes del valor de las cosas y de lo necesario para que no se dañen con el tiempo…

Lo primero a tener en cuenta es que el orden debe obedecer a una lógica –no es por manía de los padres- y tiene que perseguir un fin –facilitar la vida de familia, el que se encuentren las cosas con facilidad…- ya que cuando lo vaciamos de estas dos premisas estamos educando simples maniáticos, no virtuosos.

También conviene recordar que el ejemplo es lo que más educa. No importa si no nos consideramos ordenados, lo que cuenta es que luchemos por serlo y que nuestros hijos entiendan el por qué de nuestros esfuerzos.

Una vez establecido esto, debemos recordar que el orden es una virtud que afecta a diferentes ámbitos: el orden de las cosas, la distribución del tiempo y la realización de  las actividades.

Un sitio para cada cosa

Este es el aspecto más reconocible del orden y suele ser su manifestación más palpable. La edad adecuada para trabajarlo es de 1 a 3 años. Los niños de esas edades ven el orden como un juego por lo que es más fácil que adquieran las bases de esta virtud.

Para trabajarlo es necesario que la ubicación de las cosas obedezca a unas normas lógicas dependiendo de la naturaleza y la función del objeto. Deben aprender a guardar las cosas bien -para que no se estropeen- y razonablemente -para que se puedan encontrar en el momento oportuno-.

También tenemos que subrayar que no basta que sepan dónde han de guardar las cosas sino cuándo. Decir “cuando termines lo guardas” es poco específico, no escatimemos palabras, es mucho más efectivo “cuando termines de recortar la figura, antes de pegarla, devuelves las tijeras a su sitio”.

El orden antes de los 6 años

En ocasiones nos enfrentamos a la lógica aplastante de los niños, que van desarrollando su propio sentido del orden. No tenemos que obcecarnos en exigirles que las cosas estén ordenadas según nuestros criterios sino ayudarles a reflexionar sobre la lógica de su sistema para que aprendan la importancia de encontrar el lugar más adecuado para cada cosa.

Tenemos que mostrarles también que cada objeto tiene su función y se debe usar para lo que sirve. Es importante que distingan qué usos pueden deteriorar las cosas, aunque dependiendo del contexto deberemos ser flexibles para no coartar su imaginación.

Cada cosa a su debido tiempo

Otra de las facetas del orden se refiere al uso del tiempo: hay un momento adecuado para cada cosa. A partir de los 6 años tienen que aprender a distinguir las cosas importantes de las urgentes y prever el tiempo que requiere una actividad.

Para ordenar sus actividades en el tiempo tenemos que ayudarles a identificar qué es lo prioritario en cada momento para que no sacrifiquen continuamente lo importante por lo urgente. Por ejemplo, al volver del colegio tienen una serie de tareas que realizar (jugar, merendar, hacer los deberes, ducharse…) y tienen que calcular bien los tiempos para que, a la hora de la cena, esté todo listo.

Retrasar la hora de la cena o no cenar con el resto de la familia porque no se han terminado las tareas es algo que ocasionalmente se puede permitir, pero no puede ser una norma el dejar de cenar en familia (importante) por hacer las tareas del colegio (urgente).

El orden de 6 a 12 años

Si han aprendido el orden de las cosas estarán preparados para ordenar su cabeza. Es importante, no obstante, que aún cuando no son capaces de planificar y medir los tiempos, les ofrezcamos una serie de rutinas (hora de comer, hora de hacer las tareas, hora de jugar…) y cadenas de sucesos: al levantarse, ir al aseo, lavarse las manos y la cara, vestirse, peinarse y desayunar; después de jugar, recoger los juguetes; después de comer, lavarse los dientes; etcétera; de esta forma saben cuándo tienen que hacer las cosas y es más difícil que se les olvide.

El orden como hábito tiene que haber sido interiorizado para que al llegar la adolescencia podamos centrar los esfuerzos en otras cuestiones propias de la edad y más urgentes en esa etapa.


Artículo original publicado en el número 20 de la revista Signos por M.  J. Córcoles.

Seguir leyendo