La importancia de la educación afectivo-sexual en la etapa preadolescente y adolescente.
La sexualidad es un aspecto esencial para la felicidad de una persona y unos padres, que queremos siempre lo mejor para nuestros hijos, no podemos dejar a la casualidad, al azar o a factores externos esta educación.
La pornografía es una plaga del siglo XXI a la que los niños acceden cada vez antes, en torno a los siete u ocho años de media. Antes de esta edad, los padres deberíamos hablar de sexo con nuestros hijos y además, haber trabajado una serie de puentes durante los años anteriores, para conectar con nuestro hijo y tener la confianza de hablar abiertamente sobre este tema.
Entrevista a Fernando Ruiz Retamar y Paqui Pérez Llamas, docentes del colegio Mulhacén-Monaita de Attendis en Granada y expertos en Educación Afectivo Sexual.
1. ¿Cuál es la importancia de la educación afectivo-sexual en la etapa preadolescente y adolescente?
En la preadolescencia y de modo aún más claro en la adolescencia, los chicos y las chicas van a desarrollar todos sus caracteres sexuales secundarios, con todo el despliegue hormonal que conlleva este proceso. Esta circunstancia les hace vivir su afectividad con una intensidad hasta ese momento desconocida y la sexualidad se les presenta con un atractivo increíblemente intenso.
Todo ello es completamente natural y, además, muy bonito -aunque a los padres nos dé un poco de miedo-. Pero precisamente por ello necesitan más que nunca la ayuda de sus padres para poder integrar todos los conocimientos previos que han ido acumulando desde la etapa infantil y que hasta ese momento pueden haber sido un poco teóricos, un tanto lejanos a su realidad o incluso aparentemente fáciles de vivir porque no se han experimentado con la pulsión del sentimiento o con el tirón del deseo.
Ahora tienen que integrarlos dentro de su ser persona, no como algo ajeno a ellos sino como parte de ellos mismos, y eso no es nada fácil. Tampoco ayuda la visión un tanto frívola, utilitarista e incluso a veces descarnada con lo que todo lo sexy se presenta en el ambiente. Si sus padres no les ayudan a vivir esto de modo plenamente humano, probablemente nadie más lo hará.
2. ¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan los padres al abordar este tema con sus hijos?
Un primer desafío es la vergüenza o el miedo que los padres puedan experimentar para abordar un tema como éste. Con mucha frecuencia existe una falta de experiencia previa, porque a los padres nadie les ayudó en su día en esta materia, ni sus padres nunca les hablaron abiertamente sobre este asunto. Se encuentran por tanto un poco perdidos, con miedo a equivocarse, a decir más de la cuenta, a escandalizar a sus hijos, a no saber hacerlo bien.
Esto les inhibe con bastante frecuencia de abordar con la alegría y el optimismo adecuado esta tarea indelegable. Es muy sencillo encontrar excusas como “a mí nadie me explicó nada y sin embargo no he salido tan mal” o “para qué les voy a decir nada, si seguro que ya lo saben”. A esto habría que responder que eso que presuntamente saben probablemente no se ajusta en nada a la dignidad de la persona y a la grandeza de la sexualidad humana.
Otro desafío es -en un mundo profundamente erotizado en el que la sexualidad se vive como mero disfrute egoísta- ser capaces de presentar la sexualidad como una vivencia concreta del amor y no como una lección de biología o una instrucción sobre buenas prácticas de prevención higiénica. El gran desafío es que los hijos descubran la belleza del amor humano y su realización sexual
3. ¿Cómo pueden los padres crear un ambiente abierto y de confianza para discutir la educación afectivo-sexual con sus hijos?
En educación hay un principio general que dice que ‘el que se adelanta llega antes’. Si uno quiere tener confianza con su hijo en los momentos -a veces muy complejos- de la adolescencia, tiene que haber trabajado una serie de puentes durante los años anteriores que le conecten con él: tiempo compartido, aficiones comunes, cultivo de la cultura, a veces sencillamente estar disponible para cualquier cosa, saber “perder el tiempo”, jugar a un juego de mesa… todo eso crea un vínculo en el que hay una relación personal y no simplemente una relación formal entre padres e hijos.
En el caso concreto de la formación afectivo-sexual, ésta tendría que haber sido desde los primeros años un tema más, una realidad que se trata en familia con toda naturalidad, con toda la delicadeza necesaria pero con toda claridad desde que son bebés. Ellos tienen que saber que pueden hablar de esto con sus padres.
Antes de los ocho años deberían haber tenido una conversación integradora en la que conecten todos los conocimientos previos del niño y le hagan ver que la relación sexual es una manifestación del amor de los padres, un abrazo muy especial en que los padres se aman y del que puede surgir, como un fruto maravilloso, la vida. De hecho, ellos son el amor de sus padres hecho persona, el fruto concreto y viviente de ese amor.
Esta conversación tan importante no debe ser, sin embargo, algo aislado: se fundamenta en muchas informaciones y conversaciones previas y debería continuarse a medida que la curiosidad del niño crece. Esa curiosidad es algo totalmente natural y cuando un niño no pregunta es porque ya sabe… y normalmente eso que sabe lo conocerá por fuentes poco fiables y -con mucha frecuencia- no se ajustará la verdad.
4. ¿Cuáles son las estrategias efectivas para adaptar la información a la edad y nivel de comprensión de los preadolescentes y adolescentes?
Una primera estrategia es que la educación siempre debe ser personalizada y, en algo que afecta tan íntimamente a la esencia del ser humano, debería ser más personalizada que nunca. Por ello es muy recomendable tratar estos asuntos a solas; suele venir muy bien en una mayoría de los casos que papá hable con los chicos y mamá hable con las chicas, pero cada familia tiene su circunstancia y en otras ocasiones puede resultar mejor lo contrario. Aunque los chicos fueran mellizos cada uno tiene una manera de ver la vida, una sensibilidad propia, una curiosidad peculiar y por tanto merece una atención verdaderamente personal, solo para él, solo para ella.
Una segunda estrategia es no escandalizarse nunca. Los chicos, si tienen la confianza necesaria, pueden decir las cosas de manera brusca, descarnada e incluso soez. Si en ese momento los padres les reprenden y se escandalizan, la comunicación se corta y será muy difícil restablecerla.
Suele ayudar mucho utilizar un lenguaje delicado, algunas veces haciendo las “traducciones” necesarias del lenguaje popular a un lenguaje científico. Así es mucho menos violento para ambos.
Quizá la mejor estrategia es ser afectivos y mostrar la belleza de la propia relación entre los padres. Ellos nos quieren, nos admiran, nos observan y saben de nosotros muchísimas cosas de las que con frecuencia no somos conscientes. Se fijan en cómo nos tratamos, en cómo nos cuidamos, en cómo buscamos con mil detalles hacer feliz al otro, en cómo manifestamos nuestra afectividad con discreta naturalidad. Y esa es la mejor escuela para que ellos aprendan a manifestar su propia intimidad
En otras ocasiones puede resultar muy natural aprovechar una escena de una película, la letra de una canción, un anuncio en una marquesina, una información sobre una serie que está de moda. Puede tratarse de una escena amorosa, una situación en que las personas se tratan como objetos o unas imágenes que hay que cortar, porque son claramente inconvenientes para ellos y para nosotros. Más allá de una simple descalificación o un comentario despectivo, estas situaciones permiten una conversación natural sobre lo que se ha visto, una reflexión conjunta sobre si aquello corresponde o no a la dignidad de la persona, a la grandeza del amor humano.
5. ¿Cuál es el papel de la escuela en la educación afectivo-sexual?
La escuela puede ayudar de modo muy eficaz a los padres en esa tarea, que es para ellos indelegable, de educar la afectividad y la sexualidad de sus hijos, pero no debería hacerlo nunca sin contar con los padres y sin un esfuerzo de colaboración estrecha con ellos, que son los protagonistas.
Por un lado, desde un colegio se pueden facilitar medios de formación que ayuden a los padres a planificar y afrontar eficazmente la educación de este aspecto tan importante en la vida de una persona. Como ya hemos comentado, frecuentemente los padres y las madres se encuentran bastante perdidos porque no tienen una experiencia previa de cómo afrontar esta tarea. De la mano de un experto, de un tutor, de un profesor encargado, pueden aprender algunos cauces de aproximación a sus hijos, algunos enfoques que les permitan tratar con profundidad, pero de modo accesible, los diferentes aspectos. Pueden además aclarar sus propias dudas, conseguir bibliografía adecuada, etcétera.
Los profesores pueden también asesorar a los padres sobre la etapa madurativa en la que se encuentran sus hijos y darles algunas pautas educativas generales, en las que puede insertarse la educación afectivo-sexual de manera natural, como un campo más del proceso de maduración de los niños.
En un colegio que cuente con tutores personales que mantengan entrevistas periódicas con los alumnos y sus padres, esta ayuda puede ser mucho más cercana, personalizada y directa. Los padres harán bien en compartir sus inquietudes con el tutor y pedirle su ayuda para orientar la tarea.
Por otro lado, el colegio tiene que abordar en el desarrollo del currículo algunos aspectos que se entrelazan con esta formación, como puede ser la biología del ser humano, aspectos filosóficos, religiosos o morales etc. Los chicos recibirán en el colegio. por tanto. una información sólida y bien orientada que se complementa con la que reciben en casa. Si padres y profesores están coordinados, los padres sabrán en qué momento del curso las diferentes materias van a abordar estas cuestiones y pueden adelantarse a la curiosidad de los niños y aprovechar ese momento para formarlos mejor
6. ¿Qué recomendaciones darías a los padres sobre el uso responsable de la tecnología en relación con la educación sexual de sus hijos?
La tecnología forma parte del ecosistema vital en el que nos movemos todos los habitantes del siglo XXI. Por ello, cualquier aspecto de la educación no puede ser ajeno a su impacto.
En el mundo tecnológico en que vivimos es conocida la presión que las redes sociales hacen sobre los niños o adolescentes para que adelanten su conocimiento de cuestiones íntimas, exhiban su propia intimidad -tanto de pensamientos o sentimientos como corporal-, los chats pueden inducir a comentarios o visionados poco convenientes.
De hecho la pornografía es una plaga de este siglo, intensamente promovida por una industria multimillonaria, a la que los niños acceden cada vez antes, en torno a los siete u ocho años de media. Los niños se enfrentan a escenas brutales que no pueden comprender del todo, pero que les alteran y pueden inducir una visión negativa de la del amor, de la sexualidad y de la propia realidad del ser humano.
Por ello es un criterio de prudencia no entregar a los niños un móvil con conexión a Internet antes de los 14 años -cada vez más expertos apuntan a los 16-. E incluso cuando esto sucede, hay muy buena experiencia de establecer normas en la casa que cumplimos todos: por ejemplo, no se utiliza la tecnología en los cuartos de baño, la tecnología no entra en los dormitorios y se carga fuera, se determina un tiempo de uso proporcional a la necesidad de que tenga cada persona y siempre de un modo razonado, etc.
En este sentido los padres somos los grandes modelos para los hijos: si le damos explicaciones muy completas, pero ellos perciben que nosotros mismos estamos enganchados a las pantallas, probablemente nuestras explicaciones van a ser muy poco eficaces
7 ¿Cuáles son algunos mitos comunes sobre la educación sexual que es crucial desmitificar para los padres?
Quizá ya han ido saliendo un buen número de ellos a lo largo de esta entrevista: mi hijo es muy pequeño; mi niño no se entera; mi hija todavía cree en el Ratón Pérez, ¿cómo va a interesarse por estas cuestiones?: a mí nadie me explicó y he sabido desenvolverme, etcétera.
Otro mito es que una educación sexual pueda despertar el interés del niño por el sexo a una edad demasiado temprana. La realidad es que nuestra sociedad está llena de estímulos, que la curiosidad es algo natural y positivo y que los niños acceden a esa información muy pronto. Si los padres no están accesibles, probablemente se informarán de manera sesgada, parcial y poco formativa
La sexualidad es un aspecto esencial para la felicidad de una persona y unos padres, que queremos siempre lo mejor para nuestros hijos, no podemos dejar a la casualidad, al azar o a factores externos esta educación.
8. Sugerencias para mantener una comunicación continua y abierta con los hijos en temas de educación afectivo-sexual
Pues quizá la mejor sugerencia sería mantener una comunicación continua y abierta, sin más. Para ello hay que crear en la familia espacios de convivencia, momentos en los que todos podemos hablar, del primero al último: una cena en familia cada día, sin televisión ni otras pantallas en la que cada uno puede contar sus experiencias del día y todos son protagonistas por un momento, levantarse diez minutos antes para poder desayunar juntos, apagar la radio algunos ratos en el coche para que fluya la conversación.
También ayuda mucho procurar un momento de comunicación para cada hijo. Puede ser ir juntos a la compra, poner entre los dos el lavavajillas o la lavadora, acompañarlo a un partido o salir de excursión. Son momentos naturales en los que se habla de todo y en ese todo van saliendo las inquietudes del chico o la chica, entre las cuales probablemente estarán las derivadas de su propia maduración física, intelectual, afectiva y sexual.
El servicio es amor. Cuando servimos a los demás, los estamos queriendo con obras. Por eso ayuda tanto tener responsabilidades en casa, hacer cosas por los demás, tener detalles. Y no solo en la intimidad de la familia: podemos preguntarles (¡y celebrar!) qué han hecho por sus amigos, por sus compañeros en el colegio, o sus colegas de deporte.
La belleza abre nuestro espíritu y amplía nuestra capacidad de comunicación. Por eso es tan enriquecedor que la familia sea capaz de organizar tiempos para visitar monumentos, pasear por la naturaleza, acudir a museos o exposiciones, admirar una puesta de sol, asistir a conciertos o representaciones teatrales, etc. Cuando desde pequeños aprenden a apreciar lo que es bello les resulta mucho más fácil comunicarlo y apreciarlo, se ensanchan la capacidad de percepción y el lenguaje, son capaces de distinguir lo que es bello de lo que solo es atractivo, llegan a intuir que la belleza del amor humano supera con mucho los estrechos límites de una sexualidad erotizada y comercial, que una persona es lo más bello del universo.