El trastorno por déficit de atención e hiperactividad es una de las patologías más frecuentes durante la edad escolar. Se caracteriza por una falta de autocontrol que puede acarrear serios problemas en el plano académico y en la capacidad de adaptación social del pequeño. Sin embargo, la mayoría de padres y docentes carecen de criterios y herramientas necesarias para tratar adecuadamente a niños hiperactivos.
Un problema más frecuente de lo que pensamos
Si tenemos en cuenta los datos estadísticos, en España, de media, en cada aula hay un alumno hiperactivo. El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) o trastorno hipercinético es uno de los problemas más comunes de los niños en edad escolar: entre un 3 y un 7% de ellos presentan esta patología. La gran mayoría de los estudios al respecto revelan una mayor incidencia del TDAH en los varones, si bien, parte de esta predominancia cabe atribuirla a que los chicos tienden a externalizar los síntomas en mayor medida que las chicas.
Hoy en día se sabe que en un alto porcentaje el TDAH (en torno al 75% de los casos) tiene carácter hereditario. Sin embargo, la ciencia ha detectado un amplio abanico de factores ambientales que pueden estar en el origen de este trastorno, o bien agravarlo, si ya existe. Entre ellos cabe destacar diversas circunstancias del embarazo, como la mala salud de la madre, el tabaquismo, el consumo de alcohol o el parto prematuro.
Se han identificado situaciones sociales relacionadas con el entorno familiar del pequeño que pueden agravar este transtorno
También se han identificado situaciones sociales relacionadas con el entorno familiar del pequeño que pueden hacer empeorar este trastorno, como la criminalidad del padre, la enfermedad de la madre, las malas relaciones entre el padre y la madre o la pertenencia a clases sociales deprimidas.
Los bebés prematuros cuentan con mayor riesgo de padecer TDAH
Un estudio publicado en 2006 en la revista Archives of Disease in Childhood, publicación oficial del británico Real Colegio de Pediatría y Salud Infantil, reveló que los niños prematuros o con bajo peso al nacer tienen un mayor riesgo de sufrir TDAH. Por ejemplo, un bebé nacido entre las semanas 34 a 36 de gestación tendría un 70% más de posibilidades de sufrir el trastorno; mientras que los nacidos con menos de dos kilos y medio cuentan con un 90% más de posibilidades de ser hiperactivos que los que al nacer pesan más de tres kilos.
¿Niños activos o niños hiperactivos?
El principal medio para diagnosticar un trastorno de déficit de atención e hiperactividad es la observación de la conducta por parte de las personas que rodean al pequeño (padres, profesores…). Su posterior descripción a un especialista en la materia permitirá determinar si nos encontramos ante el TDAH. Hay que tener en cuenta que no es habitual que se pongan de manifiesto señales claras del mismo antes de los tres años. Pero, ¿cuáles son estos signos en la conducta del niño que nos pueden llevar a pensar que padece un trastorno de hiperactividad?
Lo verdaderamente significativo es la presencia e intensidad de los síntomas con respecto a lo que sería el comportamiento normal de un niño de su edad
Lo primero que habría que dejar claro, como punto de partida para tratar el tema de los síntomas de la hiperactividad, es que lo determinante no es la presencia del síntoma en sí, ya que éste podría estar asociado a otro trastorno, o bien formar parte del comportamiento normal de un niño “activo”.
Ante la identificación de una de las conductas típicas de este trastorno, los padres deben tener en cuenta que lo verdaderamente significativo es la presencia e intensidad de dichos síntomas con respecto a lo que sería el comportamiento normal de un niño de su edad. En cualquier caso, y para despejar dudas, será necesaria la evaluación de un médico especialista.
Los síntomas del TDAH se dividen en tres grandes grupos: inatención, hiperactividad e impulsividad. Responderían al primero de ellos comportamientos tales como la dificultad para centrar la atención en clase, al hacer los deberes o en juegos que la requieren, así como la predisposición a eludir cualquier tarea que exija un esfuerzo mental continuado.
Por su parte, serían signos de hiperactividad correr o saltar en situaciones inapropiadas, la incapacidad para mantenerse sentado durante un cierto transcurso de tiempo en actividades que así lo requieren o, en general, mostrar inquietud moviendo pies y manos. Por último, la impulsividad hace referencia a conductas en las que el pequeño es incapaz de dominarse, como responder a una pregunta antes de que termine de ser formulada o no respetar el turno de los demás en los juegos.
Los especialistas señalan un criterio básico a tener en cuenta: el comportamiento “irregular” debe darse al menos en dos ámbitos distintos, como por ejemplo, el hogar y la escuela. Además, para poder atribuir estas conductas al TDAH, éstas deben interferir seriamente en el normal desarrollo escolar o social.
¿ES MI HIJO HIPERACTIVO?
Del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV) de la American Psychiatric Association
Inatención (al menos 6 durante 6 meses)
A menudo…
- … no presta atención en los detalles o comete errores por descuido en el trabajo escolar u otras actividades.
- … tiene dificultad para la atención sostenida en tareas y juegos.
- … no parece escuchar cuando le están hablando directamente.
- … no sigue las instrucciones o no consigue terminar los deberes, obligaciones, etc.
- … tiene dificultad para organizar tareas y actividades.
- … evita, rechaza tareas que requieren un esfuerzo mental continuado.
- … pierde cosas necesarias para tareas o actividades.
- … se distrae fácilmente por estímulos externos.
- … es olvidadizo en sus tareas diarias.
Hiperactividad-impulsividad (al menos 6 durante 6 meses)
Hiperactividad:
A menudo…
- … presenta inquietud, con sus manos o pies o se revuelve en el asiento.
- … se levanta de la silla en clase o en otras situaciones en las que debería permanecer sentado.
- … corre o salta excesivamente en situaciones inapropiadas.
- … tiene dificultad para jugar o realizar actividades de ocio con tranquilidad.
- … está excitado o “va como una moto”.
- … habla excesivamente.
Impulsividad:
- … responde antes que la pregunta haya sido finalizada
- … tiene dificultad para aguardar turno en juego o situaciones de grupo
- … interrumpe o interfiere a los demás (conversaciones, juegos, etc.)
Puede cumplir sólo el apartado de inatención o sólo el apartado de hiperactividad-impulsividad.
Además:
- Alguno de los síntomas de inatención o hiperactividad-impulsividad estaba presente antes de los 7 años.
- Los síntomas crean dificultades en dos o más situaciones (escuela, casa, etc.)
- Afectan significativamente al funcionamiento social, escolar o laboral.
- Los síntomas no ocurren a causa de otros trastornos del desarrollo o de la personalidad.
¿Qué pueden hacer los padres?
El tratamiento contra el TDAH se basa, por un lado, en la administración de determinados fármacos y, por otro, en la intervención de tipo psicológico conductual y de entrenamiento a padres. Y, afortunadamente, es un tratamiento que cuenta con una efectividad elevada.
Los principales medicamentos disponibles en España para tratar la hiperactividad se dividen en dos categorías: los basados en el metilfenidato (ya sea de liberación inmediata o prolongada) y la atomoxetina.
Sin entrar en un análisis detallado de estos fármacos, cabe destacar su gran eficacia y la levedad de sus efectos secundarios (pérdida de apetito, cefalea o, en el caso de la atomoxetina, somnolencia…).
Algunos antidepresivos también son utilizados en niños que no toleran las sustancias mencionadas, aunque sus beneficios se hacen notar más en la esfera de la hiperactividad e impulsividad que en el déficit de atención, y cuentan con mayores efectos secundarios.
Pero los ya de por sí buenos resultados de la terapia farmacológica pueden mejorar si se combinan con una intervención de tipo conductual. En ocasiones, un trastorno de hiperactividad no diagnosticado, o bien un criterio equivocado por parte de padres y profesores, hace que los niños hiperactivos se vean continuamente castigados por razón de su comportamiento.
Los especialistas subrayan que la conducta de estos pequeños –falta de atención o de autocontrol de los impulsos, incapacidad para quedarse quietos- no puede calificarse como “culpable”, por lo que en la mayoría de los casos una reprimenda no hará sino empeorar la situación.
Aquí, como en tantos otros ámbitos, es de aplicación el principio que establece que es mucho más constructivo reforzar los hábitos positivos (en el caso del TDAH, comportamientos “normales”) mediante alabanzas o pequeñas recompensas, que sancionar los negativos.
Otra de las líneas de trabajo que habitualmente se siguen para tratar la impulsividad es la llamada “ignorancia activa”.
Ante un comportamiento inadecuado que manifieste la falta de autocontrol, como por ejemplo, interrumpir una conversación, el padre o profesor, en lugar de llamar la atención al niño, actúa como si no hubiera oído nada. Con esta técnica se consigue que, con el tiempo, el pequeño vaya normalizando su conducta, al no recibir respuesta a sus intromisiones.
Los ya de por sí buenos resultados de la terapia farmacológica pueden mejorar si se combina con una intervención de tipo conductual
Otras prácticas aconsejables para los padres con hijos hiperactivos podrían consistir en fijar pequeñas metas en el comportamiento del pequeño para ir avanzando paso a paso, promover actividades de socialización con otros niños de su edad y favorecer los ejercicios al aire libre.
Los expertos, asimismo, destacan la importancia de la educación en la disciplina como medio imprescindible para desarrollar el autocontrol de los pequeños. Si bien no puede afirmarse que la permisividad de muchos padres actuales pueda dar lugar a nuevos casos de TDAH, sí es cierto que una mayor cultura del esfuerzo en la sociedad podría contribuir a paliar muchos de los problemas de autocontrol en los niños, sean o no hiperactivos.
La televisión, no antes de los dos años
Algunos expertos afirman que una exposición excesiva a la televisión a edades tempranas puede conducir al déficit de atención. Según un estudio realizado por la Asociación Española de Pediatria, los menores de dos años que ven la televisión entre tres y cuatro horas al día tienen un riesgo entre 30 y 40 por ciento mayor de padecer TDAH.
Por esta razón, tanto la mencionada Asociación como la American Academy of Pediatrics desaconsejan que los pequeños de menos de dos años miren habitualmente la televisión o la pantalla del ordenador.
En clase, es recomendable que los niños que padecen este trastorno se sitúen en la primera fila. La presencia de un chico hiperactivo exigirá por parte del docente una cierta dosis de paciencia y flexibilidad.
Además de estar pendiente de la aceptación del pequeño entre sus compañeros, puede ser útil que el profesor eche mano de ciertas prácticas que pueden facilitar la integración del alumno y mejorar su capacidad de atención, como nombrarle encargado de algún aspecto organizativo del aula o pasarle por escrito las tareas a realizar.
Artículo original publicado en el número 14 de la revista Signos.
Fuentes
-”El trastorno por déficit de atención e hiperactividad”. P.J. Rodríguez Hernández, E. Cardo Jalón. Pediatría Integral 2007;XI (8).
– Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV) de la American Psychiatric Association.
-“Gestational age, birth weight, and the risk of hyperkinetic disorder” K. M. Linnet, K. Wisborg, E. Agerbo, et al. Archives of Disease in Childhood, diciembre de 2006.
-Con la colaboración de Loreto Carrasco Barea, psicóloga.