En la crianza de los hijos surge el dilema de si es educativo premiar para motivar. La búsqueda de un equilibrio entre incentivar el rendimiento y fomentar la motivación es esencial para el desarrollo de nuestros hijos. El debate sobre el uso de recompensas para motivar a los niños ha sido tema de discusión en la comunidad educativa. ¿Fomentan las recompensas el aprendizaje a largo plazo o simplemente generan un interés superficial?
En esta sociedad nuestra, la que nos ha tocado vivir, donde tenemos tanta información al alcance de la mano, en ocasiones nos vemos un poco perdidos a la hora de tomar ciertas decisiones que responden a la educación de nuestros hijos. Es por lo que cada vez parece más necesario formarse, más que informarse y, de este modo, atendiendo a nuestras propias reflexiones y sentido común poner en práctica aquello que consideramos más adecuado.
Es claro y parece una norma no escrita, pero asumida socialmente, que el castigo no sirve para educar o para modificar una conducta. Por el contrario, termina dañando la relación con nuestros hijos.
El aceptar esto nos lleva directamente a pensar que premiar una buena conducta puede ser una cosa positiva, ya que haría que el niño se esforzara por repetirla para conseguir otra recompensa. Pero si bien las recompensas pueden resultar efectivas a corto plazo, es crucial considerar el equilibrio entre el esfuerzo externo y el impulso de la motivación intrínseca en los niños. Motivar a través de premios puede ser una estrategia valiosa, siempre y cuando se fomente el desarrollo de la motivación intrínseca.
En muchos casos las recompensas como juguetes o elogios, pueden ser herramientas útiles para motivar comportamientos específicos. Estos refuerzos positivos pueden generar interés en tareas o actividades particulares. Sin embargo, es fundamental no depender exclusivamente de las recompensas ya que esto puede llevar a que busquen únicamente una gratificación externa, en lugar de desarrollar una motivación intrínseca.
4 tips para lograr un equilibrio saludable en la motivación de nuestros hijos:
1.- Elogios significativos: en lugar de depender únicamente de recompensas tangibles, ofrecer elogios significativos puede fortalecer la autoestima y aumentar la motivación intrínseca. Reconocer los esfuerzos y logros personales ayuda a los niños a desarrollar una conexión positiva con el aprendizaje. No podemos olvidar que estos elogios deben tener una clara conexión con la realidad. Es decir, no podemos hacerles creer que son los mejores en algo, o que no son responsables de sus fracasos, pues generaríamos niños con muy poca tolerancia a la frustración y es necesario que entiendan, y que entendamos todos, que de los errores también se aprende y que lo más importante es el esfuerzo.
2.- Fomentar la autonomía: permitir que los niños tomen decisiones y asuman responsabilidades contribuye al desarrollo de la motivación intrínseca. Cuando sienten que tienen el control de sus acciones es más probable que se comprometan de manera más profunda con las tareas.
3.- Establecer metas alcanzables: ayudar a los niños a establecer metas realistas y alcanzables les brinda un sentido de logro. Celebrar los pequeños éxitos a lo largo del camino refuerza la conexión positiva con el aprendizaje.
4.- Enseñar el valor del esfuerzo: destacar la importancia del esfuerzo y la perseverancia frente a los desafíos ayuda a desarrollar una mentalidad de crecimiento. Los niños aprenden que el proceso de aprender es valioso, más allá de las recompensas externas.
Por lo tanto, para saber si premiar para motivar es bueno tendremos que reflexionar como padres sobre si lo que queremos es modificar una conducta a corto plazo, o si lo que deseamos es que sean responsables de sus actos, estén solos o acompañados, y para ello tendremos que utilizar algunas de las estrategias expuestas anteriormente. Se tratará de un camino más difícil de recorrer, pero más efectivo. Motivar a los niños no solo con recompensas externas, sino también cultivando su motivación intrínseca, puede ser clave para un desarrollo equilibrado.
De esta manera, la gestión cuidadosa de las recompensas puede ser una herramienta valiosa siempre que no comprometa la motivación intrínseca y el amor del niño por aprender.
Por Ana Lavado Cruz, profesora de Educación Primaria del colegio Puertapalma-El Tomillar de Attendis en Badajoz