Mi hijo no me hace caso 

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  • ¿Por qué se ha vuelto tan desobediente? Mi hijo no me hace caso
  • Los dos momentos clave: la primera infancia y la adolescencia

La desobediencia en los niños puede deberse a diversas razones, siendo crucial entender el desarrollo infantil. A los tres años, surge en gran parte debido a la búsqueda de la autonomía y la exploración del entorno. En la adolescencia, se relaciona con la identidad y la búsqueda de  independencia. 

Factores como la falta de límites claros, la necesidad de atención y el desarrollo cognitivo también influyen en ambos casos. Un enfoque comprensivo y comunicativo por parte de los padres puede ayudar a manejar estas conductas.

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Según los expertos, la desobediencia tiene dos fases evolutivas: una a los 3 años (realmente es ahí cuando se da por primera vez una pseudo adolescencia) y la otra en la adolescencia. Pero ¿qué tienen ambas etapas en común? En ambos momentos biográficos se da un descubrimiento de libertad o, mejor dicho, se amplía el abanico de posibilidades en las que el niño se da cuenta de que puede llegar a no tener límites de ningún tipo. 

Primera infancia 

En la primera infancia hay un momento en el que el niño empieza a tener cierta autonomía relacionada con la referencia de movimiento. También aprenden a hablar sin “necesidad de intérpretes”. Y es por esa capacidad de movimiento y de lenguaje que los niños se relacionen más y mejor con otros pequeños de su edad. 

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Adolescencia

En cuanto a la adolescencia se vuelven a dar condiciones similares, a diferencia de que buscan su identidad y, por tanto, esto adquiere otra tonalidad. Además, su pensamiento ya sí es abstracto, por lo que constantemente valoran y chequean todo tipo de conductas de su entorno y buscan sus referentes en  cualquier persona adulta.

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Conflicto y rebeldía

Aparte, hay que distinguir entre dos conceptos interesantes que son el conflicto y la rebeldía. Se entiende por conflicto aquella situación que nos genera cierto malestar emocional debido a unas expectativas incumplidas o conductas inesperadas. Por tanto, esto nos posiciona desde el yo en la mayoría de los casos.

Por su parte, la rebeldía es la incapacidad de llevar a cabo la orden de un adulto en un período razonable de tiempo y la incapacidad para seguir haciendo la tarea encomendada o para seguir unas normas de conducta previamente establecidas. 

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Libertad y responsabilidad

Una vez identificados estos dos conceptos, se ha de trabajar la libertad y la responsabilidad. Por tanto, ante la desobediencia hemos de preguntarnos qué exigimos, si es propio de la edad y por último, si es objetivo.  Es decir, si estamos exigiendo algo que tiene que ver más con nuestras expectativas que con el momento, la edad, las necesidades o las circunstancias en las que se encuentra nuestro hijo. 

Establecer límites efectivos implicará un equilibrio entre firmeza y afecto. Al comprender qué necesidades y qué  motivaciones hay detrás de la desobediencia, los padres podremos abordar estos comportamientos de manera constructiva, cultivando un entorno propicio para hacer crecer en madurez a nuestros hijos.

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5 ideas para trabajar la obediencia, la rebeldía, el conflicto, la libertad y la responsabilidad:

  • Quiérele cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite. El afecto arregla mucho más de lo que a veces pensamos que puede mejorar un grito. Quiere a tu hijo como es, no como te gustaría que fuera.
  • Hay que poner normas y rutinas. Ha de haber horarios y reparto de tareas variables, siempre cumpliendo dos premisas:  acorde a su responsabilidad y como servicio a los demás.
  • Los adultos debemos ser coherentes. De lo contrario generaremos confusiones a nuestros hijos. Por tanto, hemos de hacer lo que decimos.
  • Los padres han de trabajar mucho la unidad. Habrá que mantenerse siempre con la misma decisión y nunca desautorizar al otro.
  • La forma, el cuándo y el qué corregir siempre es importante. Debe haber una consecuencia directa y acorde a la falta que se cometa e, imprescindible, que no pase mucho tiempo entre una y otra.

Todas estas cuestiones de las que hemos hablado nos servirán como hoja de ruta en el apasionante reto de educar y acompañar a nuestros hijos a ser más felices y mejores personas. Los resultados no serán inmediatos, por lo que luchemos cada día con paciencia y cariño. 

Daniel Danta Mi hijo no me hace caso 

Por Daniel Danta, subdirector de Secundaria y Bachillerato de Altasierra, del colegio Adharaz-Altasierra de Attendis en Sevilla 

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