¿Dar o darse?

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La educación de la generosidad

Existen muchas maneras de ser generoso: por supuesto dando cosas a quien las necesita, pero también dando tiempo, perdonando o escuchando. La familia es, sin duda, el mejor entorno para adquirir y hacer crecer esta virtud. Te contamos cómo.

El ejemplo de los padres

La generosidad es una virtud muy necesaria para enseñar a los pequeños. Es el comportamiento de los padres el que de una manera más poderosa puede influir en el desarrollo de una personalidad generosa. El ejemplo en el hogar, con los hijos, con los hermanos, será lo que arrastre a lo demás a ser también generosos.

En este sentido el matrimonio debe realizar un esfuerzo para manifestar generosidad a sus hijos, en primer lugar, en la atención que les ofrecen. Cabría preguntarse, ¿Qué vale más, un juguete caro o dos horas de mi tiempo? Podemos ser generosos creando un ambiente propicio para aumentar un sentimiento de hogar, de sosiego, de tranquilidad, de seguridad, de unidad en la familia. A veces esto estará unido a la renuncia de algún tiempo o plan personal, pero no pasará desapercibido ante los ojos de nuestros hijos.

Motivos para ser generoso

En la educación de la generosidad en los hijos juega un importante papel la motivación. En los niños pequeños no se suele encontrar una generosi­dad muy desarrollada, porque el niño no reconoce el valor de lo que tiene ni la necesidad de los demás. Tampoco, normalmente, es capaz de esforzarse mucho. Tanto niños como adolescentes, con la virtud de la generosidad aún por desarrollar, pueden llevar a cabo actos “generosos” por alguno de estos tres motivos: en primer lugar, porque existe una relación afectiva (es decir, porque determinada persona “les cae simpática”); en segundo lugar, porque se está buscando una contraprestación; por último, también pueden mostrarse “generosos” por mero interés.

En el primer caso, es necesario hacerles ver que la persona generosa no es ésa que úni­camente se esfuerza con las personas que denomina “simpáticas”, sino quien, de acuerdo con una jerarquía de valores, presta su atención a los que más lo necesitan.

Por otro lado, no hay nada de malo en que un niño pequeño se comporte generosamente buscando la contraprestación. Nos encontraríamos en una etapa poco madura de la generosidad, pero que puede servir como punto de partida.

En cambio, el dar interesado es muy diferente. No suele conducir al desarrollo de la virtud de la generosidad. Significa que la per­sona está pensando, en primer lugar, en las consecuencias para él. Esta actitud conduce más bien al egoísmo. En este caso, los padres deberán estar alerta para corregir este tipo de comportamientos y encauzarlos hacia otros verdaderamente generosos, aunque lo hagan apoyándose en los dos tipos de motivaciones que hemos mencionado en primer lugar.

5 RAZONES PARA VIVIR LA GENEROSIDAD

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  • La generosidad crea un clima de confianza a su alrededor. Ya sea en el lugar de trabajo, en la familia, en las relaciones sociales, quienes viven esta virtud no buscan el éxito a costa de los demás, sino la aportación de lo mejor de sí mismos, favoreciendo la comunicación, la colaboración y el trabajo en equipo.
  • Las personas generosas son más felices. Darse a los demás de manera desinteresada es una de las mayores fuentes de felicidad, realización personal y salud mental. Además, al no fundamentar el trato con los demás en la búsqueda de una contrapartida, las personas generosas no padecen la frustración de ver incumplidas sus expectativas cuando los otros “les fallan”.
  • Las personas generosas son más libres. El ejercicio de esta virtud implica mantenerse desprendido de los bienes que se poseen. Quienes son generosos se ven libres de muchas de las ataduras (determinados bienes, modas, costumbres…) que impone una sociedad centrada en el consumo.
  • La generosidad es una garantía de éxito en las relaciones personales. Tanto si hablamos de amistad como del matrimonio, no hay nada que contribuya más a la solidez de una relación que la certeza de que la otra persona ofrece su amor de manera desinteresada, generosa e incondicional.
  • Los hombres y mujeres generosos contribuyen al progreso social. Son las personas que tratan de ofrecer su propia aportación personal a la sociedad de manera gratuita quienes han cosechado los mayores logros en campos como la medicina, la ciencia, la economía o la paz entre las naciones.

Para saber más: La educación de las virtudes humanas. David Isaac, ed. Eunsa.

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