Papá, mamá: ¿jugamos?

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La importancia del juego en la vida del niño, sobre todo dentro de la familia, es clave para desarrollar valores y capacidades psicosociales

Algo tan al alcance de la mano. Tirarse al suelo y jugar con los hijos. Ponernos a su altura. Posiblemente sea en un momento en el que no nos venga bien. O estemos cansados y superados por el día. Pero qué son 10 minutos de guerra de cosquillas, o jugar al escondite e ir detrás de ellos por la casa. Son 10 minutos de disfrute.  Son momentos que no volverán y que nos harán disfrutar juntos y crecer como familia. Con algo aparentemente tan insignificante como hacer “el avión”, contarles un cuento, o jugar a las palabras encadenadas.

Siempre hemos asociado el verbo “jugar” a la infancia. Este pack indivisible posee un potencial mucho más poderoso del que podemos imaginarnos. Algo aparentemente tan sencillo como el juego, en muchas ocasiones se traduce en una cuesta arriba en los hogares del 40% de la población española.

Me refiero a los alarmantes resultados del estudio que realizó la empresa  de juguetes Famosa #JuegaConEllos 2018. Se encuestaron a más de 500 padres y madres, y los datos revelaron que entre un 60 y 65% de los padres dedican menos de  dos horas semanales a jugar con sus hijos. Cuando se les ha preguntado a estos padres desde el plano emocional, qué sienten al jugar con sus hijos, un 54,30 % afirman sentirse más comunicativos con ellos, un 38,6% como un niño de nuevo, 4% desorientados porque no saben cómo jugar. Un 1,80% impaciente por terminar y 1,40% aburrido.

Pero, ¿qué es jugar?

En el diccionario de la RAE, la definición de jugar es “hacer algo con alegría con el fin de entretenerse, divertirse o desarrollar determinadas capacidades”. Albert Einstein le otorgaba un nivel superior al juego definiéndolo como “la forma más elevada de investigación”. El Dr Estuart Brown, fundador del Instituto Nacional para el Juego de los EE.UU, afirma que “nada enciende más la mente de un niño como jugar”, definición muy conectada con las que aporta Francesco Tonucci, pensador y psicopeagogo. Él mismo concreta la definición de juego desde otra perspectiva, “jugar para un niño es la capacidad de recortar un trocito de mundo y manipularlo, sabiendo que donde no pueda llegar lo puede inventar”. Así podríamos resumir el núcleo de este post, ya que todos los aprendizajes más importantes de la vida se hacen jugando. Ahora bien, ¿le damos la importancia al juego que indican estas definiciones? ¿Nos hemos planteado que jugar es cosa de niños sin considerar el gran potencial que esconde?. A continuación iremos desarrollando estas ideas.


Aunque nos parezca que cuando nuestro hijo está jugando no está realizando “nada importante”, nos equivocamos rotundamente. Por el contrario, está intentando comprender el mundo que le rodea, solucionando conflictos, o recreando situaciones satisfactorias, incluyendo una dosis de imaginación y creatividad. En ese mismo momento está transformando la realidad a su modo.

Jugar desarrolla su creatividad, memoria y destreza

Aunque nos parezca que cuando nuestro hijo está jugando no está realizando “nada importante”, nos equivocamos rotundamente. Por el contrario, está intentando comprender el mundo que le rodea, solucionando conflictos, o recreando situaciones satisfactorias, incluyendo una dosis de imaginación y creatividad. En ese mismo momento está transformando la realidad a su modo. Podríamos definir el juego como el primer ensayo de la vida. Se trata de la actividad principal que les ocupa alrededor del 60% del tiempo que permanecen despiertos. Es una actividad natural, instintiva y continua, que realizan con toda su energía e ilusión. Sólo tenemos que observarlos de vez en cuando cuando estén jugando. Descubriremos que recrean ese trocito de mundo, la clase del colegio, la profesora, los amigos, etc. Veremos cómo repite momentos que le agradan y se enfrenta a otros más negativos. Os animo a ser espectadores, sin que ellos se den cuenta. Seguro que os aporta datos muy valiosos.

Si nos apoyamos en la neurociencia, podríamos comentar la investigación llevada a cabo por Sergio Pellis, Investigador de la Universidad de Lethbridge en Alberta, Canadá, en la que demostró que la experiencia que proporciona el juego cambia las conexiones de las neuronas en la corteza prefrontal del cerebro. Son esos cambios en la corteza prefrontal durante la infancia los que ayudan a conectar neuronalmente el centro de control ejecutivo del cerebro, que tiene un papel fundamental en la regulación de las emociones, en capacidad para planificar y en la resolución de problemas. El juego es lo que prepara al cerebro infantil para la vida, el amor y hasta para la escuela.

¿Qué capacidades ayuda a desarrollar?

A medida que vamos avanzando, se pone de manifiesto que esta tarea vital, no es recomendable, sino necesaria para los niños, sobre todo durante los primeros seis años de sus vidas. No obstante, podemos seguir añadiendo beneficios poderosos que aporta, como el desarrollo de capacidades. Entre muchas podemos destacar las siguientes:

  • Físicas-Psicomotoras. Las actividades lúdicas permiten mejorar el equilibrio y la coordinación mano-ojo, a la vez que se convierte en un entrenamiento perfecto para consolidar los ejercicios físicos como la marcha, el salto y la carrera. Además, es perfecto para estimular las habilidades motoras finas a través del agarre de los juguetes y del dibujo.
  • Cognitivas. Mediante ese juego, el niño va interiorizando el contenido de su entorno partiendo de modelos concretos para, más tarde, recrear situaciones más abstractas y creativas. A lo largo de ese proceso, la percepción, el pensamiento, la creatividad y la imaginación se desarrollan, a la vez que aprende nuevas estrategias de solución de problemas.
  • Sensoriales. En estas edades sus canales sensoriales se están fortaleciendo por medio de todos los estímulos que reciben del entorno y materializan en sus juegos. Por este motivo, la integración sensorial contribuye directamente a la maduración de su cerebro en pleno desarrollo.
  • Emocionales. El autoconcepto, la autoestima y la autovaloración, se van forjando en los procesos lúdicos, a la vez que se estimula la expresión de las emociones y estados de ánimo. Además, el juego es una manera estupenda para que el niño desarrollen habilidades que le permitirán enfrentarse a conflictos, poniendo en práctica la gestión emocional.
  • Sociales. El juego se convierte en el primer agente socializador. Es el instrumento que les facilita la adquisición de habilidades sociales, relación con sus iguales y personas adultas. Un ejemplo de ello es el juego simbólico o de imitación en el que mantiene conversaciones con amigos imaginarios.

Jugar en diferentes ambientes

Es conveniente que los niños posean un tiempo de libertad y autonomía en el juego para poder manifestar sus preferencias y rechazos, para aprender a decidir, desarrollar su creatividad e ir modelando su carácter. Si los padres acostumbran a sus hijos a jugar siempre con ellos, con el tiempo correrán el riesgo de que no quieran ni desarrollen el juego en solitario, tan necesario en la infancia. Esto no significa que no deban hacerlo, todo lo contrario, sabiendo que el niño debe aprender a disfrutar tanto de su momento de libertad lúdica como de la compañía de sus padres como compañeros de juego.

Jugar con hermanos mayores o pequeños también les enseña grandes lecciones, como ponerse en lugar del otro (empatía), parar y escucharle y sobre todo, a ser generoso

El juego en familia refuerza el vínculo afectivo entre sus miembros, se incrementa la comunicación y la empatía compartiendo momentos de pura diversión y felicidad. Es un momento ideal para que los padres intenten educar en positivo con cariño, introduciendo valores como  tenacidad, esfuerzo, solidaridad, generosidad, orden, etc, enseñándoles a diferenciar entre el bien y el mal, para que aprendan a ser mejores.

Debemos tener presente que el juego no puede limitarse siempre a estar entre cuatro paredes, Jugar al aire libre, salir de casa, ir al parque, implica poseer nuevos escenarios de juego ampliando sus posibilidades de desarrollo. Hacer nuevos amigos y consolidar sus relaciones sociales.

Como orientaciones para jugar en casa en familia, se pueden destacar las siguientes:

  • Facilitar el cambio de roles para que los adultos puedan adoptar el papel de hijos y los niños el de padres, de amigos, abuelos, bebés, etc.
  • Inventar utilidades distintas para los juguetes y a los objetos de casa. Formas divertidas y ocurrentes que desarrollen el pensamiento divergente, encontrando ideas creativas. Por ejemplo la taza del café la podemos utilizar de florero, sombrero, lapicero, guante protector, pisapapeles, tapadera…
  • Contar historias inventando finales distintos, inéditos, fantásticos, sorprendentes.
  • Construir el escenario de juego inventando situaciones imaginarias, divertidas, creativas, originales e incluso disparatadas para que los niños se dejen llevar de manera espontánea. Simular que el salón de casa es el fondo marino rodeado de peces y algas multicolores, en el que hay un tesoro escondido oculto en las profundidades.

Participar en los juegos de los niños desde que son pequeños es hacer que se sientan queridos, valorados, escuchados y atendidos. Si los padres ganan el tiempo jugando con ellos, con el paso de los años se convertirán en niños con una seguridad y autoestima alta.

Así como los docentes descubrimos que el juego es el motor del aprendizaje dentro del aula, los padres también deben saber que es un arma poderosa que les permite conocer y estrechar lazos con sus hijos. Es en este contexto tan especial y mágico, donde se forma el clima de cariño y respeto, envuelto de la alegría y vitalidad propia del acto de jugar.  Debemos descubrir el gran privilegio que supone acompañar a nuestros hijos en sus batallas imaginarias y en sus conquistas fantásticas. Sigamos disfrutando de nuestros hijos, sigamos aprendiendo con ellos, sigamos jugando con ellos.

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