Cómo mantener el norte en la organización de fiestas infantiles
Organizar un cumpleaños no es tarea fácil. Y más cuando la oferta se multiplica y las opciones son casi ilimitadas. Lo más probable es que nos topemos ante esta realidad con el cumpleaños “social” de nuestro primer hijo, y normalmente a los tres años, incluso a los cuatro. Su primer cumpleaños con amigos. Hoy te contamos cómo celebrarlo a lo grande, sin perder el norte.
Llegan los maravillosos tres años. Ya en el cole. Nuevos compañeros y amigos. Padres primerizos. Y se va acercando la fecha de cumpleaños de nuestro hijo. Ese momento que esperamos con ilusión, pero en el que nos podemos sentir abrumados con los preparativos y en el mismo día de la celebración.
Como todo en la vida debemos conocernos, ser reflexivos y pensar bien cada movimiento. Desde los invitados, lugar, regalos y logística alrededor del cumpleaños. Es bueno pensarlo antes para que no se nos vaya de las manos. De ello dependerá nuestra paz interior y el que nuestro hijo disfrute de su día, que es lo verdaderamente importante.
Veamos por momentos cómo podemos “controlar” la situación:
Momento invitación
La ilusión desmesurada de una madre primeriza puede hacer que se vea desbordada el día “D”. Aquí no hay recetas mágicas ni cumpleaños mejores ni peores. Pero tenemos en nuestras manos que el cumpleaños de nuestro hijo sea como queramos que sea. Antes de pulsar el botón “enviar”, piensa si es necesario invitar a toda la clase de su grupo de whatsapp, por ejemplo. Mide tus tiempos y tus recursos y actúa en consecuencia. Y piensa realmente lo que le hace ilusión a tu hijo. Y no tanto a ti.
Momento Regalos
Recuerdo un cumpleños en el que un niño, sentado en un trono, iba recibiendo regalos sin parar. El pobre no daba a basto a abrir los que iba recibiendo. Y casi que no podía ni mirar los regalos cuando los abría. De algunos de ellos rompía el papel y los tiraba, pues no tenía tiempo para fijar la atención y la mirada en ninguno de ellos…
Con el paso de los años y de la experiencia te das cuenta que lo más práctico y lo mejor para nuestros hijos son los regalos comunes. Recibirán un buen regalo y sabrán apreciar el valor del objeto recibido. Para los padres es más práctico y se aúnan fuerzas y recursos. Y los hijos, a la larga, nos lo agradecerán, incluso sin ser conscientes de ello.
Si por sorpresa, nos hemos visto abrumados por los regalos de amigos y familiares, no pasa nada. Sabremos “dosificarlos” para que el niño pueda ir asumiendo poco a poco los presentes.
Momento organización ¿en casa o fuera?
De las primeras cosas a decidir sería pensar si lo celebramos en casa o no. Cada uno sabe de sus recursos y limitaciones y nadie desde fuera puede dar con el lugar exacto de celebración. Déjate llevar más por el sentido común y piensa en el lugar teniendo en cuenta los invitados, tus recursos y tu tiempo disponible.
Piensa, por ejemplo, si un photocall con su nombre es indispensable en su día. Puede que sí, o puede que no. Hasta podemos fabricarlo nosotros mismos. La cuestión es que no se nos vaya de las manos. Piensa en que tu hijo tiene tres años (o los que tenga) y que quien lo va a disfrutar va a ser él. Quizá será más feliz dándole patadas a un simple balón, o comiendo su tarta favorita.
Quizá no sea necesario que hasta en las botellas de agua aparezca su personaje favorito, o sí. Eso es decisión de cada familia. Pero lo importante es no perder el foco de lo que estamos celebrando: Que un día vino al mundo nuestro hijo, y que la familia creció. Con esta idea, cada cosa se pondrá en su sitio.
Conclusión
Es cierto que los cumpleaños de nuestros hijos y amigos de nuestros hijos son una fecha más que importante que conviene celebrar. Pero vamos a darle a cada cosa su lugar. En primer lugar, con la experiencia de años anteriores, podemos ver con otras madres o padres la conveniencia de organizar cumpleaños conjuntos, por la cercanía de fechas, incluso hacerlo por trimestres. Simplificando esta tarea estaremos ayudando a otras familias a que su logística familiar sea más amable.
No hay recetas para evitar que el cumpleaños de nuestros hijos no se nos vaya de las manos. Tan solo dejarnos llevar por el sentido común y recordar esas meriendas que nuestras madres nos preparaban en casa con fanta de naranja y bocadillos de nocilla. Venían cinco amiguitos y después todos a jugar a la calle. No había animadores, ni payasos, ni circuitos de belleza. Y aún así, éramos felices. Da que pensar. Es cierto que son otros tiempos, pero demos a cada cosa su lugar. La pregunta que quizá nos tengamos que hacer es la siguiente:
¿Todo esto es necesario para la felicidad de mi hijo?