El profe me tiene manía

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Abordamos aquí uno de los clásicos de educación: la archiconocida expresión de que “el profe me tiene manía”. Sin duda a la altura de otras míticas sentencias como “eso no entra en el examen”, “hoy no tengo nada que estudiar” o “este examen no cuenta para la evaluación”.

Un clásico en las aulas

Es más que frecuente encontrar alumnos que acuden a casa con la excusa o la sensación cierta de que el profesor no les trata de un modo justo. Esto se acentúa en edades especialmente inestables desde el punto de vista emocional como puede ser la adolescencia. En momentos en los que la afectividad está a flor de piel y las sensaciones lo empañan todo, para el alumno adolescente resulta inadmisible que sus derechos se vean menoscabados por un trato desigual del profesor hacia algún compañero.

La excusa contra el esfuerzo

En el caso de que se trate de una excusa para evitar el esfuerzo que requiere el estudio, ni los padres ni el profesorado deben bajar el listón de exigencia. A la vez que trataremos de pinchar el globo de la supuesta persecución, restando importancia a las casualidades o pequeños detalles que llevan al alumno a sentirse menospreciado, será el momento de proponer los objetivos a alcanzar como un auténtico reto, a pesar de las dificultades que dice encontrar. Se trata de hacerle ver que, entretenido en desenmascarar la confabulación contra él, está perdiendo un tiempo valioso para sacar notas brillantes y así cumplir con su obligación.

El profesor me tiene manía: ¿excusa o situación real? es importante hablarlo

¿Y si fuera verdad?

Sin embargo, en ocasiones puede haber una base objetiva que le lleve a pensar así. Incluso si damos por hecho que exagera, podría existir alguna muestra de aversión por parte del docente cuestionado. Esto se explica, entre otras cosas, por dos motivos. El primero es que los docentes son seres humanos y, como tales, tienen preferencias que, si bien deben tratar de no mostrar, en algún momento les pueden traicionar. Y el segundo es que a veces el alumno, con su actitud, atrae hacia sí los efectos de la ira del desesperado docente.

En ambos supuestos, la actuación pasa por afrontar el tema con el profesor, por hablar claro y a la cara. Con educación se puede decir casi todo, así que habrá que fomentar el encuentro entre ambos para que se aclare cualquier malentendido, para que se puedan exponer con serenidad las causas de la desavenencia y para que se alcance un pacto de no agresión que permita el desarrollo del aprendizaje al margen de tensiones.

Hablando se entiende la gente

Sólo en casos extremos será necesaria la intervención de la dirección del centro escolar o cualquier otra medida extraordinaria. En el 99% de los casos, las cosas se resuelven cuando profesores y padres trabajan codo con codo en sacar lo mejor del alumno, aclarando posibles dudas y exigiendo con cariño. La manía más frecuente del profe suele ser que sus alumnos aprendan.

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