Educar sumando

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Por Leticia Rodríguez Delgado, responsable Educación Infantil de los Colegios Attendis

En los tiempos actuales, la educación en el ámbito familiar se ha convertido en un auténtico reto. Todos hemos compartido la idea de que los niños no vienen con un libro de instrucciones, y por ello en muchas ocasiones la ardua tarea de educar se hace cuesta arriba. Probablemente hayamos soñado con la varita mágica que tiene la solución perfecta, o quizás esa teoría pedagógica que nos han asegurado funciona con la mayoría de los niños.

Es una evidencia que los niños aprenden y obedecen más con motivaciones positivas que con castigos. Si reflexionamos sobre algún episodio de rabietas en familia, debemos reconocer que los castigos, las amenazas y los enfrentamientos con los hijos sólo nos han llevado a enfadarnos, arruinando la paz de la familia entera. El castigo a veces es necesario usarlo, pero de manera selectiva, en ocasiones en las que es verdaderamente necesario, pero no siempre se debe utilizar la misma técnica generalizada en todas las situaciones.

Los padres y madres más atrevidos habrán realizado un trabajo de investigación más profesional, buscando información sobre el refuerzo, premio, castigo, tiempo fuera, extinción, etc. Después de extraer información exhaustiva, hemos comprobado que no hay fórmula eficaz, porque no existe un niño igual a otro. Todos son distintos, y por ello, diferentes son lo métodos que funcionan con unos y con otros.

El verdadero secreto radica en la actitud del adulto más que en la del niño. Si enfoca su actuación en proporcionar al pequeño herramientas y recursos eficaces que le ayuden a crecer en autonomía, pensamiento crítico e inteligencia emocional. La confianza positiva de los padres hacia los hijos, hacen que éstos incrementen su autoestima pudiendo conseguir metas más altas. Hablamos de “pedagogía o disciplina positiva”. El error pasa a segundo plano, no es el aspecto más importante de la acción, como normalmente se considera. Se debe poner el énfasis en el potencial que está por lograr y no en lo que no se ha conseguido.

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La mayoría de los padres y madres somos conscientes de nuestras imperfecciones, pero lo más importante es saber transformar los errores en oportunidades para reflexionar, aprender, y ayudar a sus hijos a crecer. La disciplina positiva nos ayuda a los adultos a entender la naturaleza infantil, y a los niños a valorar el sentido de las normas, a ser responsables para comprender que sus actos tienen consecuencias, y con estos conocimientos podrán actuar con libertad.

En los párrafos anteriores podemos asegurar que se resume el contenido de este post, pero en las siguientes líneas intentaremos definir de forma más precisa cómo actuar para poder centrarnos en dirigir la conducta y el aprendizaje de nuestros hijos, dejando a un lado la culpabilidad. Así conseguiremos que los niños obedezcan más y mejor, sintiendo que papá y mamá les ayudan a mejorar con cariño.

A continuación comenzaremos a concretar con pautas claves para ayudar a las familias a hacer frente a situaciones conflictivas. Proporcionaremos recursos para poder gestionarlas, y así conseguir resultados palpables y autocontrol. Se puede asegurar que esta forma de educar es efectiva a largo plazo. Pero lo que debemos tener presente es que ninguna guía, documento o modelo va a tener la respuesta inmediata que esperamos. Todo proceso requiere un tiempo de adaptación, en el que en un principio el adulto guía más al niño y progresivamente éste irá actuando siendo consciente de cuál es la conducta adecuada e inadecuada. Con indicaciones concretas y sentido común para reflexionar sobre las situaciones conflictivas, podemos llegar a resolver desacuerdos y disputas con disciplina positiva.


Ponerse los zapatos del otro. Empatía

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La empatía es un elemento clave de la inteligencia emocional. Se trata del concepto que utilizamos para referirnos a la capacidad del ser humano de ponerse en el lugar del otro. Por tanto, ser empático significa ser consciente y considerado con los sentimientos de los demás.

La mayor parte del tiempo, en los conflictos con los hijos, los adultos carecemos de empatía. Igual que sabemos que los niños poseen un egocentrismo como parte de su desarrollo neurológico, que les hace incapaces de ponerse en el lugar del otro. Los padres tampoco intentan entender estas miradas infantiles que divisan un mundo paralelo y distinto al del adulto, con escasas experiencias por su corta edad.

Si ante una conducta inadecuada nos paramos unos minutos a reflexionar con empatía, mirando con ojos de niño, tendremos luces para entender mucho mejor la causa de tal hecho. De esta forma conseguiremos la calma suficiente para tomar mejores decisiones.

Educar sin sobreproteger

Las relaciones con nuestros hijos podrían pasar a ser el medio de escape a nuestras frustraciones, convirtiendo la relación de la familia en un campo de batalla.

Los niños se equivocan con bastante frecuencia, forma parte de la construcción de su conocimiento y de la relación con el mundo que le rodea. En estos errores, el adulto debe ayudarles a reconducir su conducta explicándoles con argumentaciones adaptadas a su nivel de entendimiento, las consecuencias de sus fallos. Siempre con una visión positiva, centrada en las acciones correctas que pueden conseguir. Esta guía no debe ser suplantadora ni sobreprotectora.

Aunque se entiende que es difícil dejar libre a los niños en edades tempranas, caemos en el error de dirigirles continuamente sin  dejarles actuar libremente, por miedo a que se hagan daño o se equivoquen. Actuando así, haremos de ellos niños débiles, inseguros, dependientes e incapaces de pensar y actuar por ellos mismos. Los adultos somos los que poseemos el sentido común para discernir las situaciones y los límites. Debemos encontrar el equilibrio entre exigencia y firmeza. El problema es que en algunas ocasiones no actuamos de forma adecuada por comodidad egoísta, realizando acciones por ellos que saben solucionar perfectamente sin nuestra ayuda. Claro que es más cómodo vestirlos, cortarles la tortilla, intervenir inmediatamente cuando está teniendo una disputa con un amigo, guardarles la ropa, y un largo etc.

Motivación-Conexión

Educando desde esta perspectiva, los niños se sienten importantes, valorados y queridos por lo que aumenta el lazo afectivo con los progenitores. Así, los niños serán capaces de resolver sus problemas y ganar en responsabilidad.

A los niños también les gusta sentirse elogiados y reforzados, y de la misma manera que se les riñe cuando hacen algo mal, hay que felicitarlos cuando hacen las cosas bien.

No olvidemos que si nuestras expectativas no se están cumpliendo con respecto a nuestros hijos, ellos son los primeros que se van a dar cuenta. La comunicación verbal y no verbal es decisiva para trasladar el mensaje. Cada hijo es único, y por esta razón tenemos el deber de aceptarlo y valorarlo con sus potencialidades y sus aspectos de mejora. La resignación no ayuda en esta labor, por el contrario, resta y limita nuestra visión.

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Visión positiva

Como se ha indicado anteriormente, los niños tienen que equivocarse muchas veces al día. Si compartimos esta premisa, no podemos hundirnos cada vez que nuestro hijo tenga una mala conducta. Debemos enfocarlo con la importancia que se merece y resolver el conflicto de la mejor manera posible sin dramatizar y con objetividad para actuar correctamente. El fin está en aprovechar los errores como verdaderos momentos para aprender y buscar soluciones.

Según el profesor Fernando Corominas (2007), la educación positiva tiende a tener en cuenta los puntos fuertes de los hijos y el reconocimiento de las acciones bien hechas, potenciando la autoestima. Cuando se motiva una voluntad dispuesta positivamente a hacer algo, una voluntad receptiva, los resultados se potencian y se desarrolla una sinergia positiva capaz de multiplicar el esfuerzo.

Abordar a las acciones que estén mal hechas sin atacar al niño. Cuando nos encontremos ante una conducta disruptiva, no debemos criticar y condenar a nuestro hijo, sino denunciar la acción negativa aludiendo a que no es propio de él que se está esforzando por actuar bien. Así le transmitimos que confiamos en él y le ayudamos a enmendar lo que ha hecho mal.

El autoritarismo sobra

La forma de educar en la disciplina positiva es de forma democrática, con capacidad de diálogo, flexibilidad, con supervisión de las conductas, sabiendo poner límites con cariño y respeto. La firmeza y la amabilidad son dos características de este estilo o forma de educar. Debemos poseer confianza en las capacidades del niño, impulsando o frenando de una manera adecuada, siempre positiva y nunca autoritaria.

Refuerzo positivo

Es un recurso estupendo que podemos utilizar en bastantes situaciones. Si queremos implementar una conducta nueva, por ejemplo, podemos motivarlos con un sistema de recompensas. Pequeños y poco frecuentes incentivos materiales y muchos y frecuentes premios afectivos. Estos últimos son más adecuados por tratarse de los reforzadores que más valoran los niños porque se traducen en tiempo invertido con la familia . También se puede optar por elegir un premio que beneficie a toda la familia como ir al parque juntos el domingo, montar en bici, ver una película todos juntos en el salón con palomitas, etc. Este recurso podría utilizarse si a lo largo de la semana ha conseguido el reto que le hemos pedido.

Inteligencia emocional

En el seno de la familia es donde debemos enseñar a los niños formas adecuadas de expresar y gestionar las emociones así como habilidades sociales y autocontrol. Es tarea de los padres, ayudar a los hijos a percibir, comprender y evaluar las emociones en el contexto familiar.

Diariamente se debe impulsar la comunicación en casa en familia. Dar la posibilidad al niño para expresarse, para explicar lo que le preocupa y cómo se siente. Todo ello en un clima de confianza y cariño.

Realmente, es en la familia donde se construyen las bases de las competencias personales  y sociales. Todos estos elementos de la Inteligencia Emocional ya fueron identificados por Goleman (1995). “Desde el punto de vista de las relaciones humanas, la familia es el núcleo central, cuyo papel primordial en el proceso de socialización es el  establecimiento de normas, reglas y sobre todo valores éticos y morales”.

Pactos

Existen acciones que por seguridad de los hijos y por sentido común no pueden negociarse, son normas inamovibles que deben aprender a aceptar. En cambio, otras normas, se  pueden pactar con ellos en casos concretos y se sentirán reforzados al sentirse también responsables. Por ejemplo, si una norma es “sólo tomar golosinas un día a la semana”, ha de ser así, pero si se trata de un día especial se puede pasar por alto esa norma, mientras se deje claro que es una excepción puntual. Ahora bien, debemos reconocer que uno de los errores más frecuentes de los padres es decir “sí” cuando antes han dicho “no”. Cuando se dice a algo que no, hay que pensarlo muy bien porque si damos marcha atrás estamos perdiendo autoridad e integridad.

Los adultos debemos ser modelos de nuestros hijos porque al ser sus referentes, siempre van a imitarnos. La autoridad positiva supone que el niño tenga confianza en sus padres. Es muy difícil que esto ocurra si el padre o a la madre no dan ejemplo de confianza en el hijo.

Modelo-Ejemplo

A medida que los hijos van creciendo nos damos cuenta de las virtudes y defectos inmersos en su propio carácter. Es fácil vernos reflejadas en ellos, ya que los han hecho suyos, por haberlas aprendido de sus padres.  Igual que les exigimos que ellos mismos deben actuar correctamente porque sus hermanos más pequeños se fijan en su conducta, seamos coherentes y mostremos un modelo a imitar digno y a la altura.

Sin coherencia entre las palabras y los hechos, jamás conseguiremos nada de los hijos. Antes, al contrario, les confundiremos y les defraudaremos. Un padre no puede pedir a su hijo que haga la cama si él no la hace nunca. Predicar con el ejemplo es una de las condiciones indispensables para ayudarles a crecer.

Para finalizar, además de las sugerencias indicadas, los padres debemos tomarnos tiempo para hablar de nuestros hijos. El padre y la madre poseen diferentes enfoques que pueden enriquecerse si se ponen en común y se otorga la importancia que merece a este espacio de tiempo semanal o quincenal para hablar de cada uno de ellos. De esta forma se podrán fijar pautas, objetivos o ayudas concretas que contribuyan a ayudarles a formarse como personas íntegras en todas sus dimensiones. La familia es el mayor proyecto con el que podamos soñar, merece la pena invertir todos los esfuerzos en ella, porque se trata de nuestro más preciado tesoro.

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