La confianza que se aprende en casa, en el hogar, en la familia.
Es consolador y necesario tener confianza. Se vive muy bien junto a personas en las que se puede confiar pero aún se disfruta más, cuando a nuestro alrededor hay gente que confía en nosotros. Llena de satisfacción ver que crece la lista de gente que … si se lo decimos nosotros, se fía… o nos piden ayuda sabiendo que se la vamos a dar. No sé qué es más gratificante: pedir a quien nos da seguro, o dar a quien está seguro de que le responderemos.
Los ambientes de confianza se construyen poco a poco. Durante la vida profesional, familiar, de amistad… pronto se aprende que quien siembra confianza, la recoge. Es un descubrimiento diario reconocer que sin los demás, no podríamos llegar lejos.
En los hogares es bueno transmitir esta confianza. Esto es saber que en casa, los de la familia, tenemos claro que en nuestro diccionario no existe la palabra rencor, aprovecharse de alguien o ir por detrás… No existen porque se sabe que la familia, si nos lo proponemos, es el oasis de la confianza.
Se transmite con los gestos y las palabras, que el marido confía en la mujer y la mujer en el marido. Los hijos en los padres y éstos en ellos y que los malos momentos son eso “malos momentos”, que con ayuda de todos se resuelven.
En esta sinfonía que es la música de nuestra vida, uno debe tocar su melodía con la confianza cierta de que los otros aceptarán bien nuestro ritmo.
Bonita y necesaria
Los reveses de la vida nos han podido convertir en personas desconfiadas, y puede que ésta no sea una buena actitud ante la vida. La experiencia nos hace prudentes, pero no debe hacernos temerosos, ni a nosotros ni a nuestros hijos.
Cuando tenemos confianza con una persona se abre nuestro corazón casi sin preverlo. Todos necesitamos desaguaderos: momentos en los que se habla con alguien que entiende, ayuda y orienta, sin buscar beneficios. Y no solo porque buscamos la solución a los problemas, sino porque nos complace ser consolados.
Es bueno y calma saber que, si nuestros hijos tienen un problema, vamos a ser los primeros en enterarnos. Que si algo les quita el sueño, vendrán enseguida a decírnoslo. Sin embargo, conviene afrontar con serenidad que esto, no siempre es así, e incluso aceptar que no es necesario que sea así. No está eso en nuestra mano, pero si está el que en nuestros hogares haya un ambiente de confianza.
Cuando tenemos confianza con una persona se abre nuestro corazón casi sin preverlo. Todos necesitamos desaguaderos: momentos en los que se habla con alguien que entiende, ayuda y orienta, sin buscar beneficios. Y no solo porque buscamos la solución a los problemas, sino porque nos complace ser consolados.
Cómo hacer crecer la confianza de nuestros hijos con nosotros
Confiamos en personas que además de actuar de una manera íntegra, nos dan la oportunidad de confiarnos a ellas. Nuestros hijos deben sentir que se nos pueden confiar, y está bien que con nuestros actos y palabras se lo recordemos de vez en cuando: “Oye, tú lo que necesites, aquí me tienes”; “Si no sabes cómo hacer esto, y te va bien que te ayude”. A veces los hijos se exasperan porque les decimos que nos tienen que contar las cosas: puede ser mejor sugerirles que si quieren lo hagan con Libertad.
Hay un terreno que ya está ganado, el hecho de ser madre o padre nos hace ser un referente. ¿De todo? De muchas cosas.
El mejor modo de hacer que los hijos se nos confíen, es confiando en ellos. Confiar en un hijo es desear su crecimiento como persona y poner los medios para que vaya siendo mejor. Confiar en un hijo o hija es contar con él para cualquier decisión que se refiera a él. Y no es que todo se someta a votación, o que se haga lo que él quiera, es que… contamos nuestros pensamientos, decimos lo que nos parece que conviene. Hablamos con ellos de lo que nos parece que es de sentido común. Principalmente la confianza está en dar pocas órdenes, y dejar actuar. Nunca suplirlos.
Además los padres que confían, no andan todo el día vigilando o preguntando. Por supuesto que hay que mirar, preguntar, conocer… pero de lejos, sin que sientan los hijos que de todo harán sus padres una investigación.
Se puede tener en cuenta en este sentido, que una equivocación, un desacierto o una desobediencia no es un motivo para dejar de confiar en ellos. Retirar la confianza de un hijo es dañino para el.
La confianza no es solo decir ¡tú puedes!, es que con mis actos, con mis encargos, con mi “despreocupación” te transmito que sé que puedes.
Las mentiras de los hijos.
Puede ocurrir que los hijos mientan. Hay padres que dicen, “lo que no soporto es la mentira” ¡Ojo! Que cogerles en una mentira no sea una catástrofe familiar ni un castigo de por vida. Hay que hacerles ver que no necesitan mentirnos. Y tratar de conocer los motivos que les han llevado a mentir.
Nos puede salir en momentos de desconcierto alguna frase tipo: “Ya sé que en ti no puedo confiar”. Se comprende que a un padre o a una madre provoque tristeza la mentira de un hijo y sin embargo ….Podemos transmitirles que “Mil veces que me engañes, yo seguiré confiando”.
A veces mienten por miedo al castigo, otras veces por no preocuparnos, y con frecuencia porque saben que alterarán el ambiente familiar. Pero poco a poco debemos ir haciéndoles comprender que estamos dispuestos a oír la verdad y a pactar con ellos las consecuencias.
En ocasiones no nos dicen algunas cosas. Forma parte de la confianza el saber que no están obligados a contarnos todo. Hay aspectos de su vida que los resuelven ellos solos y les agrada contarnos cómo lo han hecho. Los hijos inseguros, suelen ser aquellos que preguntan todo por miedo a equivocarse, pero es mejor equivocarse que ser inseguros. Ellos deben confiar principalmente en ellos mismos.
Cuesta admitir que hemos fracasado en algo, sobre todo cuando el ambiente del hogar tiene el aroma de que lo importante es tener éxito. Tal vez a los hijos les ayude comprobar en la vida familiar, que los fracasos son parte de las vidas exitosas y se puede hablar de ellos con la misma claridad con la que se cuenta lo que ha ido de maravilla.
Una confianza recíproca
Contarle cosas a los hijos, sin olvidar que no tienen que llevar encima nuestra vida. Hay cosas de la familia que no hace falta que las conozcan al detalle. No debemos olvidar que llevan menos camino recorrido que nosotros y…. no hay que adelantar los tiempos. Confiarles cosas, no como un desahogo personal. Un hijo tiene que ver la solidez de sus padres y que no se ahogan por las dificultades.
Pero dar confianza no es que hagamos tonterías o adquiramos un estilo de vida impropio de nuestra edad. Es que seamos naturales, maduros, transparentes y sin doblez.
Tampoco confiar significa eludir la prudencia de saber que ellos nos cuentan una parte de la realidad, y a veces nos los tomamos tan en serio que vivimos con angustia historias que a ellos se les olvidan pronto. Hay que aceptar la diferencia generacional. Nosotros a veces nos empeñamos en tener en cuenta decisiones suyas desacertadas, y podríamos esperar a un momento tranquilo para ayudarles a decidir.
Afrontar la vida con confianza
Al final, cuando en los hogares se transmite la confianza de unos con otros, se está construyendo un muro de contención que nadie podrá derribar.
Esto es algo difícil para los padres, pues sabiendo que es precioso confiar, no se nos oculta que hay situaciones , momentos en los que los hijos están un poco egoístas… y rachas en las que su comportamiento no nos llena de paz. Si no decaemos en esos momentos, si la confianza no se retira… las consecuencias son duraderas.
Algunas ideas para repasar sobre la confianza en nuestro hogar.
- Marido y mujer tienen en cuenta lo que dice el otro y los hijos ven que nos pedimos consejo mutuamente.
- Se van trabajando las virtudes de los hijos, y ellos perciben que se aspira a que mejoren como personas.
- Se habla de lo que va bien y de lo que va mal, sin catastrofismos ni triunfalismos.
- Hay un ambiente de verdad. De decir lo que ha pasado… sin que las consecuencias sean grandes aspavientos.
Según edades:
Los más pequeños: Dejar que hagan cosas solos, y evitar decir siempre “ten cuidado”. Se les puede mirar desde lejos, sin que lo noten. También que pronto vean que se les dan pequeños encargos y se les dice que lo hacen muy bien.
- Primaria: Hacerles conocedores de sus limitaciones. No todo lo hacen bien, y no pasa nada. Eso no debe quitarles confianza en sí mismos. Y para nosotros son igual de importantes aunque no sean los primeros de la clase, o los que tengan más amigos. En esta etapa, los niños aprenden a tener confianza en ellos mismos porque damos por hecho sus buenas intenciones. También es importante que aprendan en estos años a ser corregidos sin dramas. Lo que hacen mal deben oírlo con serenidad.
- Secundaria: Ayudarles a decir la verdad. No a través de interrogatorios, sino haciendo ver con hechos que siempre es un beneficio decirla. Aceptar que a esa edad se están conociendo y encuentran reacciones nuevas en su vida. No conviene que se decepcionen, sino que entiendan lo bueno de rectificar.
Ciertamente, nuestros hijos se van a topar con la decepción de que no pueden confiar en todas las personas y hay que ayudarles a ser prudentes, pero no temerosos. Allí donde estén siempre descubrirán a gente maravillosa y lo que es mejor, tratarán ellos de ser personas que dan confianza porque la han sentido y vivido en casa.