Por Mariam Sánchez, docente de Secundaria del colegio Tierrallana-Entrepinos (Huelva).
La educación del carácter propio y el de nuestros hijos tiene una receta que nunca falla: paciencia y cariño. A fuego lento desde el propio hogar. Las reacciones ante los acontecimientos son tan variadas como las personas. No siempre nos gusta nuestro carácter y, el de los demás, a veces agradeceríamos que tuviera matizaciones.
A las personas felices ¿Alguien les ha explicado cómo lograrlo? ¿Nacieron así?… No sabemos, pero somos conscientes de que a veces en la edad madura… pesa el carácter; nos gustaría aprender a tomarnos las cosas de otra manera, acertar mejor con las personas, o quitar del corazón pobrezas que se han quedado anquilosadas.
Al pensar en la educación de los más jóvenes, nos planteamos diversos aspectos: que sean buenos, que tengan éxito, que encuentren a la persona adecuada para compartir su vida… En definitiva, que tengan una vida feliz.
Es posible ayudar a los que inician su vida o llevan un breve recorrido a que formen su carácter, cuiden sus reacciones, aprendan a disfrutar y se enfrenten a los problemas. No está de más que potenciemos los buenos caracteres, aún sabiendo que gozamos de una estupenda libertad, y que cada uno es lo que decide ser.
¿Qué potenciar?
Hay tres palabras, con las que podemos resumir lo que se debe potenciar para adquirir un buen carácter:
- Alegría: La de fondo. No la carcajada fácil y por todo, sino el sentimiento verdadero de estar satisfecho. La capacidad de tener sueños y esperanzas. La confianza en que lo malo cambiará y lo bueno mejorará.
- Amabilidad: Aceptación de los demás. Acoger, disfrutar con los de alrededor. Querer. Cuidar. Intuir necesidades. Estar cerca y disponibles para quien nos requiera. Reconocer quién nos quiere de verdad y nos hará el bien, y quién no.
- Fortaleza: Afrontar y resistir. Mirar los problemas con actitud valiente, con esperanza. Comprender que es tan bueno no rendirse como retirarse a tiempo; el valor de la verdad y la importancia de solucionar lo que nos pasa contando con quienes nos pueden ayudar.
En la vida diaria, surgen miles de oportunidades con las que podemos orientar en esto.
Algunas ideas según las edades
Infantil: de 1 a 5 años
Conversaciones positivas, de alegría. Enseñar a sonreír. Preguntarle por los demás. Procurar que su mirada se detenga en el otro. Después de un sofocón porque las cosas no han salido como les hubiera gustado, dejar pasar un rato y ese mismo día dar alguna idea de cómo se puede afrontar la próxima vez.
Ideas a poner en práctica:
Conviene que cada día hagan algo en la casa, siendo conscientes de que lo hacen por los demás; un pequeño encargo como dejar la ropa preparada para el día siguiente.
Primaria: De 6 a 11 años
La mirada hacia el más débil. En el primer ciclo, hasta 3º de primaria, hay una increíble sensibilidad para el bien. Conviene potenciar el acoger a quien lo necesite, sacrificarse por los demás. Buen momento es la celebración del propio cumpleaños para considerar con ellos, que es un buen día para que los demás lo pasen bien.
Especialmente importante a partir de los 8 años es que aprendan a ver lo positivo de los demás. Conviene dialogar sobre las propias reacciones y las de los otros, poniendo pequeñas metas: “vamos a intentar, mañana, no enfadarnos tanto por esto”.
Ideas a poner en práctica:
En el día a día, se fortalece el carácter exigiendo el cumplimiento de un horario, las cosas tienen su momento y eso ayuda a la armonía familiar.
Enseñar a decir la verdad, se le debe dar importancia a que cuenten las cosas como realmente han sido. Si permanecemos serenos aunque nos cuenten una equivocación, aprenderán a hablarnos con franqueza.
Secundaria: 12 a 16 años
Es el momento de acentuar las buenas maneras. Resaltar la amabilidad, la cortesía, el no herir…. Principalmente conviene fomentar la necesidad de tener reacciones propias y no dejarse arrastrar por las que tienen otros. En esta edad ya no aceptarán tan bien nuestras orientaciones, pero el diálogo sereno y comprensivo será un aliento en este sentido.
Ideas a poner en práctica:
Es importante a esta edad que cuiden las posturas, el no recostarse constantemente. Va muy bien, por ejemplo, que dediquen al orden de su armario algún fin de semana del mes; muchas veces el orden interior se consigue empezando a cuidar el exterior.
Hay caracteres maravillosos, que pertenecen a quienes han tenido la suerte de que se les explique con cariño, que hay muchos modos de reaccionar. Cada uno elige el suyo. ¡Cuánto ayuda la conversación y el tratar de comprender los corazones!
Importante no olvidar
Indudablemente, debemos tener un profundo respeto por el modo de ser original y único de cada uno. Sería una equivocación pretender que los hijos reaccionen siempre como a nosotros nos parece que debe ser. Nuestra tarea es tirar para arriba y enmendar lo que les quita la paz, pero con paciencia, sin prisas; procurando que nadie deje de manifestar libremente su modo de ser propio.
Cada uno tiene su momento, no hay que forzar, sino llevar de la mano. El carácter no se forma con durezas sino con explicaciones lógicas que van encaminadas al bienestar: “es mejor que seas más feliz”, “no consientas que tu carácter te impida disfrutar”.
De todas formas, la mejor formación del carácter es, sin duda, la del testimonio de los adultos. Al educar, somos espejo con nuestras reacciones; nuestro día a día es una constante de trabajo, relaciones, cansancios, sorpresas…. Cada jornada los más jóvenes, ven cómo nos tomamos los imprevistos, el dolor, la alegría, la injusticia… las mejores lecciones de la vida, no están en los libros sino en las personas, y si esas personas son los padres, se graban en el alma.