Mejor, con una sonrisa

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El valor del servicio a los demás y cómo transmitirlo a nuestros hijos  

Por Rosa Serrano-Gámez, directora de la sede Monaita del colegio Monaita-Mulhácen (Granada)

Puede que no esté de moda servir. Ni haya estado nunca.  Pero aquí no hablamos de servilismo, sino de verdadero servicio a los demás, ese que nos lleva a olvidarnos de nosotros y centrarnos en el otro, en el que tengo al lado. Ese servicio que a veces hasta puede ser una sonrisa, una escucha o una palabra de aliento y cariño a ese amigo o compañero que más lo necesita.

Siempre me ha gustado ver el servicio como la búsqueda activa del bien de los demás, a través de las propias capacidades. La felicidad y el servicio a los demás son realidades muy vinculadas. Nadie puede asegurarnos la felicidad, pero lo que a cada uno corresponde es procurar merecerla. La felicidad es como el premio que tenemos por luchar intentando mejorar en nuestra vida y por empeñarnos en tratar bien a los demás. Habituarse a pensar en los demás y a prestarles ayuda, es una buena forma de llenar la vida de interés y de alegría. Estar pendientes de los demás nos aleja de muchos motivos de tristeza que nacen de la excesiva preocupación por uno mismo.

¡Ojalá seamos personas preocupadas por estar pendientes de los demás!

Es esta la principal fuente de paz interior de cualquier persona. En cambio, la dinámica del egoísmo conduce siempre a un callejón lleno de insatisfacciones. Por eso las personas con un buen nivel de satisfacción interior suelen tratar a los demás con amabilidad y raramente son duros en sus juicios. Son personas interesadas en hacer felices a los demás.

Pensemos en lo bien que nos sentimos cuando recibimos algún regalo o un pequeño servicio de los demás: llegar a casa y comprobar que mi marido ha hecho la compra, que mi hijo ha tendido una lavadora, que mi hija le ha explicado un problema de mates atravesado a su hermano…  ¡¡me hacen sentir tan feliz!!

Servir es lo que más ennoblece a una persona. Quien se acostumbra a cerrar
 su corazón a cuantos le rodean, siempre termina por tenerlo acartonado, petrificado. El egoísmo tiene un precio doloroso. Y el que solo ama de forma interesada, está condenado a no ser querido por nadie.

Hace un tiempo leí que la decisión más importante en la vida de una persona, la que más condiciona el resultado de su existencia, es una decisión que todos acabamos tomando: si centrar nuestra vida en nosotros mismos o la centramos en los demás.

¿Cómo es nuestra sensibilidad hacia las necesidades de los demás? La respuesta a esta pregunta condicionará la actitud que nuestros hijos tengan hacia los demás. Esta actitud no es innata. Se debe, como tantas otras cosas, a la educación recibida. Y en eso podemos hacer trabajo colaborativo con las familias.

Os transmito algunas ideas que intentamos vivir en el colegio  Monaita- Mulhacén (Granada) con naturalidad y sencillez para que, si os apetece, podáis ponerlas en práctica en casa:

Servir es:

Sonreír y hacer la vida más agradable a los demás, aunque se estén padeciendo contradicciones.

Adelantarse en los servicios menos agradables del trabajo y de la convivencia diaria.

Decir un pequeño elogio con el que, en ocasiones, podemos hacer mucho bien.

Dar un tono positivo a nuestra conversación, sin críticas.

Ceder el paso o el lugar a una persona.

Anticiparse a hacer algo, sin esperar a que nos lo pidan o a que lo haga otro.

Pensar fuera del “yo” eliminando el “siempre me toca a mí”.

Superar la barrera de pensamiento de lo agradable o no de la tarea cuando nos piden algo.

Poner al servicio de los demás los propios talentos con sencillez y alegría.

Traer un bizcocho para compartir una alegría personal con el resto de profesoras.

Ayudar a una compañera a la que le cuesta una asignatura.

Cantar, bailar, hacer magia o demostrar otras habilidades artísticas en los “Talent Show” de los viernes y así hacer pasar un recreo divertido a las pequeñas.

Todos somos mejores en una atmósfera de cariño, de alegría y de comprensión. Esto es indispensable para la vida en familia. La vida se compone de pequeñas ayudas y de servicios mutuos, de cordialidad, de sentidos positivos.

Procuremos excedernos en disponibilidad, con alegría y con deseos de ser útiles. Servir con buena cara, con actitud alegre, sin esperar nada a cambio. Como dijo la Madre Teresa de Calcuta: “No debemos permitir que alguien se aleje de nuestra presencia sin sentirse mejor y más feliz”.

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