«Me pongo en tus zapatos»

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La necesidad de transmitir el valor de la empatía a nuestros hijos

A veces hay enseñanzas, valores y comportamientos que no se encasillan en asignaturas o en temarios concretos, y que podemos transmitir y vivir en la familia y desde el colegio. Para vivir en sociedad necesitamos ponernos en la piel y en los zapatos del otro. A veces tan difícil. Para nuestros hijos, como todo en educación, la clave está en el ejemplo de los padres. En cómo ven que nos ponemos en la piel de los demás. Porque no olvidemos, que son nuestros más fieles espectadores.

El valor de la empatía nos ayuda a recuperar el interés por las personas que nos rodean y a consolidar la relación que con cada una de ellas tenemos. Está en nuestras manos ayudar a nuestros hijos a ponerse en la piel de los demás y a no juzgar antes de tiempo.

Es cierto que hay personas que nacen con la empatía en la sangre. Lo llevan en su adn. Si es el caso de alguno de nuestros hijos, tenemos mucho ganado. Pero en la mayoría de los casos, no se nace con este sexto sentido. Pero la buena noticia es que sí se puede aprender. Con la vida misma. Y qué mejor escuela que la de los padres y la propia familia.

Si nuestros hijos ven que sus padres no escuchan al vecino, no tienen cinco minutos para pararse y atender a esa persona que nos para en la calle, o no sabe ver lo que le pasa al de al lado ¿cómo podremos entonces enseñarles a ponerse en la piel de los demás?

Cada vez que nos acercamos a las personas esperamos atención y comprensión, dando por hecho que seremos tratados con delicadeza y respeto. Pero, ¿cuántas veces procuramos tratar a los demás de la misma forma?  Las prisas, las idas y venidas, las tareas múltiples que desarrollamos día a día, nos llevan a vivir en nuestra burbuja y en nuestro propio universo. Escuchamos poco y siempre vamos contando lo cansados que estamos, mira lo que me ha pasado, esto, aquello….Y se nos olvida que el que tenemos enfrente también tiene su historia. Sus problemas, preocupaciones. Si nuestros hijos ven que sus padres no escuchan al vecino, no tienen cinco minutos para pararse y atender a esa persona que nos para en la calle, o no sabe ver lo que le pasa al de al lado ¿cómo podremos entonces enseñarles a ponerse en la piel de los demás?

Comprender al otro

Debemos reconocer que en medio de nuestras prisas y preocupaciones nos volvemos egoístas y olvidamos que los demás también tienen algo importante que comunicarnos.

La empatía es el esfuerzo que realizamos para reconocer y comprender los sentimientos y actitudes de las personas, así como las circunstancias que los afectan en un momento determinado. Es cierto que esta cualidad se puede adquirir ya en la edad adulta, aunque cuesta mucho más que si la hubiéramos adquirido en la infancia. Hay que tener paciencia, calma, serenidad, y a veces ser humildes y comprensivos para estar al tanto del estado anímico de la persona que tenemos enfrente. Por supuesto que demanda en nosotros un constante estar alerta con lo que sucede y con quienes están a nuestro alrededor.

La realidad es que la empatía no es el producto del buen humor con que despertamos, como tampoco del afecto que nos une a las personas. Si esta combinación fuera común, siempre estaríamos disponibles para escuchar a los demás y dejaríamos momentáneamente nuestras ocupaciones, pensamientos y preocupaciones para atender a quienes nos rodean.

Por tanto, la empatía implica generosidad y genuina comprensión: para olvidarnos de nosotros mismos y hacer el esfuerzo por considerar los asuntos y sentimientos que los demás quieren participarnos.

El valor de la empatía desarrolla en nosotros la capacidad de motivar y encauzar positivamente a las personas; enseñar a tener ese interés por los demás y vivirlo habitualmente es la mejor forma de transmitir empatía.

Cómo cultivar la empatía. Y cómo transmitirla a los hijos, en seis pasos:

  1. Procura sonreír siempre, esto genera un ambiente de confianza y cordialidad.
  2. Primeramente considera como importantes los asuntos de los demás y después los propios. Después de haber escuchado, la persona que se ha acercado a ti seguramente tendrá la capacidad de entender tu situación y estado de ánimo, por lo cual estará dispuesta ayudarte.
  3. No hagas un juicio prematuro de las personas porque te hace cambiar tu disposición interior. Si alguien se acerca a ti, es porque necesita con quien hablar… No los defraudes.
  4. Si no tienes tiempo o es un mal momento, exprésalo con cortesía y delicadeza. importante: no dejes pasar mucho tiempo para charlar con la persona.
  5. Evita demostrar prisa, aburrimiento, cansancio, dar respuestas tajantes u distraerte en otras cosas; además de ser una falta de respeto, logras autodominio y demuestras interés por las personas. Aprende a escuchar.
  6. No olvides infundir ánimo con palabras, una palmada en el hombro o un gesto amable, sobre todo si la persona tiene problemas.

Es importante afirmar que la empatía o comprensión no significa ponerse en el lugar del interlocutor hasta el punto de identificarse con él y perder la propia capacidad de análisis. Comprender tampoco quiere decir aprobar o justificar el comportamiento de la otra persona, sino simplemente tratar de ver las cosas tal como el otro las ve en un determinado momento. La capacidad de «ponerse en los zapatos» de nuestro interlocutor lleva a que la otra persona perciba en nosotros una disposición positiva para ayudarlo.


Quien se preocupa por vivir este valor, cultiva  a la vez la confianza, amistad, comprensión, generosidad, respeto y comunicación. Demos la oportunidad a nuestros hijos de cultivar la empatía, comenzando por ser nosotros los primeros en hacerlo. Solo así conseguiremos de nuestros hijos personas comprometidas y preocupadas por los demás.

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