Actividades extraescolares: ¿qué lugar ocupan en la educación de los hijos?

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Elegir cómo ocupan nuestros hijos su tiempo libre nunca es fácil: las actividades extraescolares pueden ayudar a ocupar parte de ese tiempo.

Por David Cercas Rueda.

Según informes del Ministerio de Educación, el 90% de los niños entre 6 y 16 años practican actividades fuera del horario lectivo. Las extraescolares son una oportunidad para el desarrollo de habilidades alternativas, pero docentes y expertos advierten del riesgo de saturar el tiempo libre de los alumnos.

Entre las extraescolares que gozan de mayor popularidad se encuentran tradicionalmente los deportes, la música y los idiomas. Otras se han ido incorporando con fuerza en los últimos años a la lista de las preferidas por niños y adolescentes, como la robótica, la oratoria o los huertos escolares.

Más allá del contenido de estas actividades, las extraescolares son una oportunidad para educar a los hijos en diversas facetas de su personalidad. La necesidad de llevar un control sobre la propia agenda –horarios, preparación del material, tareas a realizar…- constituye una ocasión para reforzar la educación de la responsabilidad y la autonomía personal.

¿Qué entendemos por tiempo libre de los hijos?

Para situar en su contexto las actividades extraescolares, diremos que el tiempo libre de los hijos es el que queda después de haber cumplido con sus obligaciones escolares y familiares.

¿Qué objetivos deben perseguir las actividades extraescolares?

Primero, que permitan favorecer el desarrollo del hijo, ya sea en su parte intelectual, religiosa, física o social. Segundo, que faciliten el descanso que libera de la fatiga y tensión de las actividades cotidianas, y tercero, que provoquen la diversión, que despeja y rompe la rutina del día a día, de las normas y exigencias.

¿Qué criterios permiten atinar mejor en la elección?

Por un lado, es conveniente que, cuando los padres organicemos el tiempo libre de los hijos, tengamos en cuenta las preferencias, inclinaciones y gustos de ellos.

Con la ayuda del tutor del colegio, los padres pueden trazar un perfil del niño que les ayude a detectar los aspectos que, en cada momento del desarrollo, conviene potenciar: la actividad física, la faceta creativa, las habilidades sociales…

Por otro lado, no todo el tiempo libre tiene que ser útil, práctico y “aprovechable”. Tener una mentalidad más abierta hacia lo lúdico, lo artístico, o dando paso a la generosidad o la solidaridad con actividades sociales, favorece la espontaneidad, la independencia, la originalidad y la autonomía, valores indispensables para la toma de decisiones en su crecimiento personal.

Algunos errores que podemos cometer

Antes de decidir sobre la conveniencia de las actividades extraescolares, podemos examinarnos si los padres vamos a tener la capacidad económica, mental y social para que se realicen, y así evitar frustraciones por no poder continuarlas en el futuro, o de que nuestros hijos nos vean que las consentimos de mala gana. Hay que poder conciliar los horarios, las idas y venidas hacia los distintos lugares donde los hijos realizan estas actividades, y valorar si están generando situaciones de estrés en la familia. 

Además, hay que intentar que todos los hijos tengan las mismas oportunidades en la utilización del tiempo libre, examinando si las decisiones de llevarlas a cabo, impuestas o negociadas por los hijos son buenas pero no injustas con el resto de la familia.

Trabajar para vivir, y no vivir para trabajar

A veces los padres intentamos dar a los hijos lo que no tenemos, aunque realmente no lo necesiten, sin tiempo para darles lo que sí tenemos y que, posiblemente, más lo necesiten: nuestro trato, nuestro afecto, nuestras palabras y abrazos. Qué pena que nuestro hijo pudiera decir cuánto conoce a sus profesores del colegio, a su monitor de natación, a su profesor de música, y qué poco sobre sus padres, pues al poco rato que le queda para ello,  se le añade que igual no están en su mejor versión.  

Ya en el año 2000 el psiquiatra Alvin Rosenfeld, en su libro “The Over-Scheduled Child” señaló la necesidad de buscar el equilibrio entre las actividades extraescolares, que ciertamente son muy enriquecedoras, y el tiempo libre. “Debemos asegurarnos de que los niños tienen suficiente tiempo sin actividades, de que los padres tienen suficiente tiempo sin trabajo, y de que ambas partes se reúnan para crear actividades por sí mismos”.

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