La educación del orden en la infancia
Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa. Puede parecer muy básico, pero no siempre esto es fácil de vivir. Por eso es muy importante ayudar a nuestros hijos a que vivan esta virtud desde pequeños, siendo responsables, por ejemplo, al guardar sus juguetes y su ropa, y los objetos con los que conviven día a día. Nuestro papel como padres se basa en facilitarles esa estructura y digamos, esos contenedores, tanto materiales como de tiempo y espacio, para facilitarles que puedan adquirir esta virtud.. Somos además, su mayor ejemplo, y su referente. Si no les facilitamos un ambiente y espacio para el orden, es muy difícil que ellos los adquieran por sí solos.
Es una verdad que el orden exterior hace la vida más agradable. Alivia la memoria, permitiendo encontrar sin esfuerzo las cosas en su sitio. Facilita la calma, hace ganar tiempo, facilita el respeto al bien común y el sentido social.
El ejemplo
Algunos padres creen que no pueden educar a sus hijos en relación con esta virtud, porque ellos mismos no son ordenados. Pero no es así. De hecho, los padres educan a sus hijos principalmente en las cosas en que ellos están intentando superarse, en las cosas en que tienen que esforzarse para mantener un nivel adecuado. Con el ejemplo del orden los niños entienden el por qué de los esfuerzos de sus padres.
Entrar por los ojos
Para que el niño pueda empezar lo antes posible a vivir el orden, las primeras lecciones deben ser puras demostraciones ante sus ojos. Podemos empezar por pequeños detalles concretos del día a día. Como guardar su pijama, colocar las zapatillas en su sitio, dejar el abrigo colgado en su lugar, la mochila en el baúl…,etc.
Las secuencias de actos no solo facilitan al niño la adquisición del hábito, sino que hacen más llevadera la obediencia, y les dan una enorme estabilidad y autonomía, pues realizan los actos casi de forma automática. Una vez, a fuerza de costumbre, aprenda cada secuencia, tan sólo tendremos que indicarle el primer acto, para que sepa lo que va a continuación y lo haga.
¿Jugamos a ordenar?
El método más eficaz, en cualquier caso, para enseñarle a ordenar, es sin duda alguna el juego. Con estas edades, los niños aprenden las cosas jugando. Así que habrá que enseñarles, con mucha paciencia y buen humor, a jugar al orden. Nuestro propio ejemplo tendrá, como es habitual, una importancia vital en el resultado final. Que ellos nos vean jugar con ellos, tirarnos al suelo con ellos, ponernos a la altura de su mirada. Y después, seguir jugando a recoger todos juntos. Con el ejemplo y el juego.
Con ilusión
A todos nos cuesta ser ordenados. Pero hay pequeños «trucos» que nos hacen más llevadero este hábito, mientras lo convertimos en virtud. El más importante es la motivación, que también podemos trasmitir a nuestros hijos. Desde su primer año, aunque tengamos que ser nosotros mismos los que realicemos el acto físico de recoger los juguetes porque ellos aún no son capaces, les haremos participar de la actividad con nuestro ánimo constante: «Recogemos todas las piezas de construcciones en su sitio, los cacharritos en la cocinita, los peluches en su baúl, los disfraces en sus perchas….”etc.
Y no se trata de ser ordenado por serlo, y por tener la casa perfecta y todo impoluto. Se trata de llegar a ese orden interior y mental, tan necesario en la vida personal, familiar, profesional, social.
Un sitio para cada cosa
No debemos olvidar que, para enseñarle a ser ordenado, el niño debe saber antes dónde han de ir las cosas. Ese detalle aparentemente nimio es, en realidad, fundamental: para que él pueda colocar cada cosa, cada cosa ha de tener su sitio. Aquí lo fundamental es que los padres brindemos a los hijos esos contenedores de orden, para que sepan dónde guardar cada cosa. Ese será el primer paso para su futuro orden mental.
Terminar y ordenar
Para el niño, ordenar debe ser como un paso más, inseparable de sus actividades normales: después de usar un juego y antes de sacar otro. Se trata de que el niño comprenda que lo último que se hace con cada cosa es guardarla en el lugar que le corresponde. Y que sólo cuando se ha terminado con un juego se puede sacar el siguiente. También podemos enseñarle que cada habitación tiene su uso específico. A partir de este punto, podremos abstraer más y hacer ver al pequeño que también él ha de «ir» ordenado, cuidando su aseo personal, la puntualidad, etc.
Y no se trata de ser ordenado por serlo, y por tener la casa perfecta y todo impoluto . Se trata de llegar a ese orden interior y mental, tan necesario en la vida personal, familiar, profesional, social, en el colegio. Pero para llegar a ello hay un primer estadio de orden material. Y ese es el que podemos trabajar desde la infancia, marcando unos horarios en sus rutinas, enseñandoles a tirar los papeles a la papelera, llevando su pañal a la basura, colocando su silla debajo de la mesa etc. Poco a poco irán interiorizando este orden material para más tarde tener un orden interior que le ayude en su vida adulta y en su desarrollo personal y profesional.