Contagiar a los hijos el gusto para disfrutar del arte requiere de tiempo para ir a los lugares en los que se encuentran las obras de arte. Gracias a la tecnología, podemos acercarnos a estas obras de arte y contemplarlas desde casa.
En primer lugar me gustaría que nos centrásemos en una película: El indomable Will Hunting. En una escena, Robin Williams está hablando en un parque con el joven Matt Damon. Este joven sabe de todo, pero no lo importante. Entonces Robin Williams le dice: “Si te pregunto de arte me darás un montón de datos. Miguel Angel: lo sabes todo, aspiraciones políticas… pero no puedes decirme como huele la Capilla Sixtina. Nunca has estado ahí y has contemplado ese maravilloso techo, no lo has visto”. Vivimos en un momento de la Historia donde tenemos acceso a mucha información, pero eso no es la realidad. Nunca en la historia de la humanidad había existido la posibilidad de tener acceso a la información como actualmente tenemos. Tenemos todo al alcance de la mano pero no sabemos usarlo debidamente. Y en esta sociedad tan técnica, a veces tan poco humana, nos preguntamos en cómo volver a ser un poco más humanos, y es aquí donde aparece el arte. Parece que el arte es algo tan lejano, que es de otra época. Pero el arte es algo esencial para los hombres. Es lo que nos hace sentir que estamos vivos, que no pensar en educar a nuestros hijos y nuestros alumnos en tener gusto estético, huele a bárbaros.
Sin prisas
Por mucho que nos quejemos, todos tenemos prisa, todos esperamos que las cosas pasen con rapidez, vivimos en la cultura de lo inmediato, nos cuesta disfrutar del tiempo. Y muchas veces los padres y los profesores trasmitimos a nuestros hijos todas las prisas, el no saber disfrutar de lo cotidiano, de las cosas pequeñas de todos los días. Para eso, uno de los antídotos más importantes que tenemos es el arte. Visitar un Museo, unas ruinas romanas o entrar en una catedral gótica. Para eso preparamos la visita, la celebramos en cierta forma, porque estamos juntos, usamos la audioguías, que suelen ser magníficas, y dejarse sorprender por lo que vamos a ver. Es aislarnos de todo eso que nos consume todos los días y dedicar un tiempo a nuestra familia y a contemplar el arte. Te quedas sorprendido cuando vas al Museo del Prado y ese ambiente, el silencio, la contemplación, también es capaz de cautivar a nuestros hijos. Puedes hacer con ellos preguntas de comprensión del tipo veo, pienso, me pregunto, que usamos en la enseñanza para la comprensión en los colegios. Y puedes observar cómo ellos son capaces de hacer una historia de ese cuadro.
Aprovechar la tecnología
Hay que tener en cuenta que no siempre podemos hacer visitas culturales in situ, por las inclemencias del tiempo o por una enfermedad y tenemos que quedarnos en casa. Decía Steve Jobs que la tecnología debía ir hacia las personas, no al revés, y ese es el punto donde podemos sacar partido: poder tener esos museos virtuales es lo que nos ofrece la tecnología. Visitar el Museo de Louvre puede ser una labor de titanes, pero puedes ver en su web vídeos con unos excelentes comentarios sobre la Victoria de Samotracia. La aplicación de Second Canvas del Museo del Prado te permite ver cómo pintaba Van der Weyden al milímetro o los arrepentimientos de Velazquez. O usar la aplicación de Google de Expediciones o Arts and Culture. El uso de las gafas de realidad virtual, aunque pueda parecer un poco ortopédico, nos pueden ayudar a darnos una vuelta por los foros romanos o ver el Pantheon de Roma desde dentro. Querer es poder.
Para acabar. Es verdad que la tecnología nos trae al salón de nuestra casa la posibilidad de ir a cualquier museo del mundo, poder contemplar a través de Google Earth las calles de cualquier ciudad del mundo o poder ver la National Gallery de Londres. Pero al final siempre nos queda el saber lo que nos dice la Gioconda en vivo, si está enfadada, triste o irónica, o mirar hacia el techo y pensar como fue posible pintar la Capilla Sixtina.