La obesidad, la epidemia del siglo XXI

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La obesidad es la enfermedad nutricional  más frecuente en niños y adolescentes en países desarrollados.

Considerada como la epidemia del siglo XXI, la incidencia de la obesidad crece cada año y la convierte en un problema sanitario de primer orden, que además provoca la aparición de otras enfermedades como la diabetes, enfermedades cardiovasculares o hipertensión arterial…

La educación en hábitos alimentarios saludables y el ejemplo de la familia son fundamentales para prevenirla. De 3 a 5 años es la edad ideal para enseñarle al niño cómo debe comer y animarle a realizar ejercicio físico ya que es en esta etapa donde se asienta la base de los hábitos que desarrollará en su vida adulta.

¿Cuándo se produce la obesidad?

El riesgo de obesidad se puede asociar a tres periodos. El primero, en la infancia temprana antes del destete. El segundo, en la preadolescencia, donde a veces aumenta el apetito de los niños sin que haya una razón aparente. Y el tercero, en los adolescentes, antes de dar el estirón ya que si no crecen tanto a lo alto se tiene a acumular a lo ancho.

Es muy importante actuar en cuanto se detecta, porque un 80% de los niños y adolescentes que son obesos lo seguirán siendo en la edad adulta.

¿Siempre es causada por mala alimentación y sedentarismo?

La obesidad es una enfermedad compleja y cuando se presenta hay que tener en cuenta distintos factores.

Factores genéticos: Cerca del 30% de los casos de niños obesos se debe a que los padres también lo son.  El riesgo de obesidad de un niño es 4 veces mayor si uno de los padres es obeso, y 8 en el caso de que lo sean los dos.

Factores ambientales: El exceso de alimentación durante el periodo prenatal, la falta de ejercicio físico, el fácil acceso a la comida y el excesivo número de horas frente al televisor son algunas de sus causas. En éste último caso, se ha comprobado que existe una relación directa ya que no sólo reemplaza a actividades que consumen más energía, sino que da la posibilidad de comer más mientras se ve a personajes televisivos con malos hábitos alimentarios.

Factores relacionados con el gasto energético: Consumir más calorías de las que el organismo necesita, aunque sea en pequeñas cantidades, también provoca un aumento significativo de la grasa corporal.

La mala alimentación también afecta a su estado de ánimo, rendimiento académico y evolución en el crecimiento

La obesidad acarrea otros factores que afectan directamente a la esfera psicológica y social del niño.  Los niños que son obesos generalmente no están bien considerados y esto les provoca un sentimiento de inferioridad y de rechazo que les produce tener dificultades en las relaciones sociales, dificultades para tener amigos, y les lleva a situaciones de aislamiento, depresión y baja autoestima que pueden repercutir en su rendimiento escolar.

¿Qué debemos hacer?

Hay que inculcar en los niños la capacidad de escoger o rechazar un alimento. Lo idóneo es mantener el peso ideal sin que afecte al crecimiento y desarrollo del niño, complementándolo con ejercicio físico. Se recomienda al menos tres veces por semana con una duración e intensidad determinada, y reducir las actividades pasivas.

Es importante que los hábitos de vida saludable sean compartidos por toda la familia, principal modelo en la adopción de conductas alimentarias adecuadas. Es recomendable evitar turnos distintos a la hora de comer e intentar coincidir en las comidas principales.

Tenemos que cuidar y conocer qué alimentos están ingiriendo nuestros hijos para estar al tanto de su estado nutricional y modificar sus hábitos alimenticios y de estilo de vida en el momento adecuado.

Consejos para comer

  1. Disponer de un ambiente relajado, sin prisas. Comer rápido aumenta la ingesta de comida.
  2. Comprender las variaciones del apetito del niño, y según cada etapa de su desarrollo.
  3. Educar la conducta alimentaria dentro de unos límites, evitando las amenazas y discusiones.
  4. No insistir en que el niño coma.
  5. Disminuir las raciones en el caso de que la ingesta calórica fuera alta.
  6. La alimentación debe ser variada, en el caso de aquellos alimentos que no gusten, pensar en combinarlos con otros para facilitar la ingesta.
  7. Limitar el consumo de la comida basura, por ejemplo, una vez al mes.
  8. Variar el modo en que se cocinan los alimentos. Evitar el exceso de frituras y tender más a comidas a la plancha o guisos.
  9.  Limitar el tiempo de las actividades sedentarias (ver la televisión, jugar a los videojuegos) e incentivar el ejercicio físico.
  10. Eliminar del vocabulario palabras como “dieta” o “régimen”. Hay que saber comer de forma saludable.

Artículo original publicado en el número 17 de la revista Signos por especialistas de la Clínica Universitaria de Navarra.

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