Una infancia emocionante

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Cómo ayudar a nuestros hijos a gestionar sus emociones

Mª José Gil-Delgado, directora de la sede Sierra Blanca, del colegio Sierrablanca-El Romeral (Málaga)


Las reacciones emocionales de los niños son, en ocasiones, desconcertantes para los padres  y, con frecuencia, tema de debate donde aparecen opiniones diferentes, a menudo opuestas, que acaban generando polémica y  discusión, preocupación o desconcierto.

Llama la atención que a la pregunta “¿Qué quieres para tus hijos?”, los padres contestan unánime y rotundamente: Felicidad y, a la siguiente cuestión: “¿qué factores lo impiden?” Sorprendentemente, la inmensa mayoría reconoce que es la sociedad y la propia escasez de tiempo. Paradójica respuesta de unos padres que, estando en desacuerdo con el modelo actual de sociedad, comparten meta, paradigma y un concepto social de felicidad que, a la postre, acaba marcando su estilo educativo, dirigiendo su conducta y la toma de decisiones.

La idea social de que todos podemos vivir en “la felicidad” y, por ello, en el placer, se ha instalado como un derecho de toda la humanidad. Sabemos que la felicidad es el sentimiento principal de la emoción de la alegría, por lo que debiéramos preguntarnos: “¿Podemos estar alegres todo el tiempo? ,

¿estamos poniendo la meta en la emoción adecuada?”

Si la inteligencia emocional, según los expertos, es la capacidad que tiene el ser humano de poder elegir entre todas las emociones, la más adecuada para cada momento de su vida,  ¿Cómo repercutirá en la personalidad el evitarles todo aquello que les ocasiona contrariedad, frustración o malestar?


La idea social de que todos podemos vivir en “la felicidad” y, por ello, en el placer, se ha instalado como un derecho de toda la humanidad.

Para no repercutir en que los hijos desarrollen una rigidez emocional que les puede llevar a no ser capaces de cambiar de emoción cuando la situación lo requiera y desarrollar patologías como la ansiedad, depresión, obsesiones, etc.., es necesario enseñarles a aceptar que en la vida hay momentos de felicidad, de tristeza, de enfado, de arrepentimiento, de satisfacción, etc…. De esta manera aprenderán los recursos y estrategias necesarios que les permitirán estar triste cuando toca, tener miedo ante el peligro, sentir culpa en una mala acción y satisfacción por los esfuerzos realizados. Todas ellas, emociones básicas necesarias para la vida y para el desarrollo de su inteligencia emocional.

5 cosas que tienes que saber para ayudar a tus hijos a conducir sus emociones

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  1. El cerebro del bebé, al nacer, ya tiene las estructuras límbicas mielinizadas, es decir, maduras, por lo que va a captar perfectamente con su radar emocional si es amado o no.
  2. Cuando el bebé se encuentra ante una nueva situación en su vida, la emoción que activará, será la emoción que se active en la madre, el padre o la persona adulta que le esté cuidando, sencillamente porque es su referente.
  3. El niño en los primeros años no maneja la semántica del lenguaje emocional, y cuando le preguntamos cómo se encuentra o qué siente, puede que nos encontremos  con una sinfonía de expresiones, pero sus distintos estados emocionales los va a expresar en la conducta.
  4. La gestión de las emociones en niños menores de 7 años no debe realizarse desde el cerebro racional.
  5. Los niños repiten el patrón emocional que mantienen los referentes  que hay  a su alrededor.

Tú puedes ser el referente  emocional de tus hijos, si…

  • Tu hijo te ve como incondicional, que lo  valoras y representas como persona única (deseos de apego).
  • Pertenece a una familia, en un lugar de convivencia y una estructura social basada en la seguridad y la protección (deseos de contención).
  • Si tiene límites adecuados, donde seguir  a la autoridad desde el cariño y una segunda oportunidad (deseos de delimitación).
  • El poder del vínculo, entendiéndolo como la interacción recíproca de quien mejora contigo porque él te está mejorando.

Los padres referentes deben enseñar a vivir a sus hijos cada emoción adaptada a la situación cuando así lo requiera. Preguntándoles  con frecuencia ¿qué piensas?, en lugar de ¿cómo te sientes? Así podrán contribuir a que sus  pensamientos formen ideas, las ideas se expresen con palabras, que más tarde reflejarán sus convicciones y éstas se traducirán en acción. Las palabras convertidas en acción irán forjando el carácter de nuestros  hijos.

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